viernes, 30 de noviembre de 2007

Madres, abuelas, hermanas
(Abuelas de Plaza de Mayo, 1977-2007)

¿Cómo expresar con palabras todo el amor que sentimos?
¿Cómo expresar con palabras tanta admiración?
¿Cómo expresar con palabras tanta fuerza, tanta dignidad, tanta altura?
Hace ya muchos años, cuando como parte de una generación comenzamos a soñar un país diferente, cuando nos metimos de lleno en una lucha desigual, pero convencidos de que era el único camino para revertir tanta injusticia, ellas estaban ahí.
Cuando empezamos a transitar el duro y difícil sendero de luchar para transformar ese sueño en realidad, ellas estaban ahí.
Cuando la historia y el sufrimiento de todos como pueblo nos convencieron que debíamos llevar ese proyecto a la acción, ellas estaban ahí.
Estaban como un soporte, como un puntal silencioso, con miedos, inseguridades, casi sin saber, casi sin entender. Pero estaban, siempre estaban.
Ya eran madres, inmensas madres que a puro amor cobijaban esos sueños que nosotros buscábamos hacer realidad.
Cuando esos sueños fueron tomando la altura de un vuelo peligroso para la injusticia y se fueron metiendo de lleno en el corazón del pueblo, el poder de la crueldad y del dinero se hizo presente en toda su macabra dimensión. Cuando ese cobarde poder, metido en la profundidad de las estructuras de nuestro Estado, poder de sangre, destrucción y soberbia, cuando ese poder se hizo presente con toda su furia y su demencia para tratar de pisar esos sueños, ellas empezaron a caminar.
Salieron lentamente de sus casas a buscarnos. Regresaban noche a noche sin nada. Sus corazones quedaron en las calles, golpearon tímidamente todas las puertas y sufrieron al cerrarse cada una de ellas. Lloraban de impotencia las humillaciones. Lloraban de bronca las burlas armadas. Así se fueron alimentando. Cada lágrima generaba nuevas energías y poco a poco, entre golpes, penumbras y barreras fueron entendiendo.
Muchos de nosotros ya no estábamos. En su búsqueda, se encontraron frente a frente con toda esa injusticia, con las miserias de un pueblo explotado y fueron comprendiendo el motivo de nuestra lucha. Se hicieron cada vez más fuertes, fueron creciendo día a día, siguieron y seguirán creciendo por encima de la mentira, por encima de la muerte.
No nos encontraron o recibieron cuerpos destrozados, como creyendo destrozar un sueño.
Aprendieron a vivir con la angustia y el dolor de saber que no nos verían. Fueron así, levantándose y levantando pequeñas y grandes banderas que recogieron en su camino.
Sin saberlo, tal vez, se transformaron en hermanas; sin pensarlo, quizás, en su pesada búsqueda, entre piedras y miserias, fueron encontrando esos sueños.
Los tomaron como propios, se hicieron hermanas de sus hijos, los fueron descubriendo, los fueron encontrando en lo más digno de sus luchas, así crecieron más y más, se pusieron las banderas como escudos.
Hermosas hermanas.
Quienes las hemos visto subir tanto casi no entendemos, y así como ellas en otros tiempos, nos cuesta entender tanto coraje, tanta dignidad, tanta fuerza, tanta rebeldía, tanto amor, tanto dolor mostrando alegría a cada paso.
Hermanas mayores que aún hoy nos ayudan a encontrar el camino que buscábamos, un camino de dignidad, de justicia y de paz para construir entre todos un país más equitativo, sin las traiciones y entregas actuales.
Hermanas.
Pero su búsqueda fue doble. La demencia las enfrentó a una realidad mucho más cruel y más cobarde. Los dueños del terror y de las sombras se habían llevado la sangre de su sangre. La angustia y el dolor de saber que sus nietos, nuestros hijos, estaban entre las garras asesinas, las hizo más y más fuertes y corrieron, corrieron y corrieron.
También supieron que aquellas semillas de su propia sangre habían germinado en las cuevas del terror transformándolos en botines de guerra, y corrieron mucho más.
Han llegado tan lejos, han recorrido tanto, han abierto fronteras, sumaron generaciones, nos han mostrado otro camino. Con amor y coraje le enseñaron y le enseñan cómo es vivir y morir con grandeza a esta sociedad todavía dormida que aún no entiende que la libertad no es un producto que se compra.
Son 30 años en los que no han parado un segundo a descansar. No se lo pueden permitir.
“Tenemos mucho amor, pero poco tiempo”.
Y van por más, todos los días van por más.
Ya van 88 sueños recuperados, 88 banderas liberadas, 88 batallas ganadas. Han generado algo especial, enorme, como ellas, que ya no puede parar, tiene vida propia, un motor que se transforma en nueva esperanza y nos llena de vida.
Quienes hemos tenido la suerte de conocerlas desde aquel día en que empezaron a caminar, sabemos, queridas madres, abuelas, hermanas que tienen todavía mucho amor para entregar, y aunque el tiempo pase y se nos escape, nosotros, hijos, hermanos, nietos y nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos levantarán las banderas de su inquebrantable lucha y no pararemos y no pararán hasta que la última semilla de nuestra sangre, de vuestra sangre, haya recuperado la libertad al salir de las sombras y recupere su digna y merecida identidad.
Desde estas tierras entrerrianas confirmamos un compromiso asumido hace años, seguiremos buscando a nuestros hermanos para rescatarlos de las penumbras donde fueron escondidos como trofeos por los mercenarios de la espada y la riqueza, y tampoco pararemos hasta recuperar la última semilla germinada en nuestras entrañas.
Queridas madres, abuelas, hermanas, el tiempo pasará para cada uno de nosotros, pero lo que ustedes han sembrado con coraje y con la fuerza de la verdad continuará creciendo eternamente como nuevas banderas de lucha y libertad.
Victoria Donda Pérez, nieta recuperada

Por José Bantar

Victoria Donda Pérez nació en agosto de 1977 en el centro clandestino de detención que funcionaba en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), donde su mamá, María Hilda Pérez, nacida en Mendoza, estaba secuestrada desde el 28 de marzo de 1977. Su papá, José María Laureano Donda, entrerriano de nacimiento, también había sido secuestrado, permaneciendo detenido en la Comisaría Tercera de Castelar, donde funcionó un campo de concentración bajo control de la Fuerza Aérea.
Entonces, Adolfo Miguel Donda Tigel era jefe de Operaciones de la ESMA. Nada hizo para evitar el secuestro de su hermano ni de su cuñada. Hoy está procesado por crímenes de lesa humanidad.
Cuatro meses después de su secuestro, María Hilda dio a luz a una niña. La llamó Victoria y, con la ilusión de que pueda ser identificada algún día, le pasó un hilo azul por una de sus orejas. La madre y su beba permanecieron juntas 15 días, hasta que la mujer fue trasladada a la Comisaría Tercera de Castelar. Victoria se quedó en la ESMA durante tres días más y después fue entregada al prefecto Juan Antonio Azic.
El matrimonio Donda-Pérez ya tenía otra hija de un año, llamada Eva, que al secuestro de sus padres quedó en la casa de la abuela materna. Luego de la desaparición de ambos, la abuela Leontina Puebla de Pérez comenzó una incansable búsqueda y así se convirtió en una de las 12 mujeres fundadoras de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, por octubre de 1977.
Leontina, nada supo de su hija ni de su nieta hasta el 25 de julio de 2003, cuando en la sede de Abuelas se recibió una denuncia que coincidía demasiado con los datos que hasta ese momento se tenían de Victoria.
Finalmente el caso se judicializó y fue la propia Victoria quien se comunicó meses después con la organización para dar inicio a la investigación porque dudaba de su identidad. Según la información anónima que había llegado a la sede de Abuelas, un miembro de las fuerzas de seguridad que actuaba en la ESMA, Azic, se había apropiado de una niña nacida allí entre julio y agosto de 1977, que habría llegado a su casa con las orejas ya perforadas y con cintitas a modo de pasadores. Antes de la denuncia, el caso ya estaba siendo investigado, por la Comisión Hermanos de la agrupación H.I.J.O.S. Regional Capital Federal, en coordinación con las Abuelas.
La joven había sido inscripta como hija del apropiador y de su esposa, con una fecha de nacimiento y lugar adulterados y una partida de nacimiento falsa firmada por el médico Horacio Pessino.
El 8 de octubre de 2004, Victoria recibió los resultados que confirmaban que su identidad: era hija de María Hilda Pérez y José María Laureano Donda.
En el marco de la presentación del ciclo Teatro x la Identidad -organizado por Abuelas con el fin de difundir su búsqueda de los cerca de 500 chicos apropiados durante la dictadura militar- en Paraná en mayo de 2007, Victoria estuvo en la sala del Centro Cultural La Hendija, junto con las abuelas Estela de Carlotto y Antonia Acuña.
En aquella ociasión, Victoria se mostró visiblemente emocionada ya que, según relató, familiares que la esperaban en la sala le habían entregado fotos de sus abuelos a quienes nunca había conocido. “En primer lugar quiero aclarar que estoy llorando porque soy medio maricona, pero mis tías recién me entregaron una foto de mi abuela Cuqui y de mi abuelo Telmo, que son los papás de mi papá y a quienes veo por primera vez, entonces estoy más maricona que lo habitual”, dijo Victoria iniciando la charla.
“Me llamo Victoria Donda Pérez y les puedo decir mi nombre porque gracias a la lucha de Abuelas, H.I.J.O.S. y todos los que pelean para darles dignidad a los 500 bebés que fueron apropiados, pude recuperar mi identidad. Y junto con mi nombre, pude recuperar la memoria de mi mamá y de mi papá y también de mis abuelos, y de la historia que viene con ellos”, expresó.
“Me parece que ha llegado el momento de que toda la sociedad se comprometa en la búsqueda de los 413 chicos que faltan”, dijo Victoria luego de destacar la labor de Abuelas, Madres y todos los organismos de derechos humanos que permitió recuperar ya 88 chicos apropiados por los genocidas durante la dictadura.
Victoria expuso también que “la única manera en que podamos recuperar a los 413 chicos que faltan es que esta sociedad en su conjunto, exija que el análisis de ADN sea obligatorio. Esto lo digo desde la experiencia. Debemos sacarnos algunos prejuicios que nos han ido metiendo en la cabeza. Los niños son sujetos de derechos, no somos objetos. El ADN debe ser obligatorio porque es un deber del Estado restituir la identidad a las personas, y luego, con ese derecho restituido, nosotros podremos decidir de qué lado estar, porque al recuperarnos a nosotros mismos, también recuperamos de la memoria el proyecto político que tenían nuestros padres, nuestros compañeros desaparecidos, que era el de una sociedad justa. El proyecto común que tenían, a pesar de las diferencias, era el de una sociedad donde los derechos humanos se respeten, y cuando hablo de derechos humanos estoy hablando de derechos sociales y políticos, y también del derecho a la identidad. Y cuando el derecho a la identidad de estos 413 chicos que faltan se respete, vamos a vivir en una sociedad justa. Recuperar a estos chicos es recuperar nuestra memoria como pueblo y esto es recuperar el proyecto político que tenían nuestros padres desaparecidos. Por eso se los llevaron, por eso los desaparecieron; para instalarnos en una sociedad donde a muchos se nos trata como objetos y no como sujetos. Y yo pienso que este es el tiempo”.
“Les agradezco a las Abuelas por haberme encontrado. Recién me dijeron que mi abuela Cuqui murió buscándome. Ahora ellas buscan los nietos de las que ya no están”, finalizó.
¿Casualidad o cosa del destino?

No se si fue una gran casualidad o fue obra del destino.
Comienzo así a contar la pequeña, pero tan importante participación que tuvo para nosotros, aquel sepulturero que señaló a Rubén donde estaba el cuerpo de su hermano Beto. Me refiero a Beto Osuna, asesinado en La Tapera.
Este empleado del cementerio, un señor morocho, petiso, bonachón, con una simpatía extraordinaria y un corazón lleno de amor, que toda persona que lo conocía no podía resistirse a su seducción.
Unos allegados decían que era un viejo vago, pícaro y muy enamoradizo. Con su bigote prolijo y sus zapatos bien lustrados. Le decían Negro. Su nombre, Ángel Antonio Molina.
Era padre de diez hijos (cinco varones y cinco mujeres).
Molina era amigo y vecino de un tío de Beto, por quien se conectaron.
Rubén, después de enterarse de la muerte de su hermano, que le confirmó Juan Carlos Trimarco diciéndole que estaba en el Cementerio Municipal de Paraná, acudió a este sepulturero que le indicó en el lugar donde se encontraba.
De una manera muy particular, el sepulturero le indicó que lo siguiera, que iba a dejar caer una ramita de árbol marcando las tumbas -una de Carlos José María Fernández y la otra de Beto-. Esto ocurría en 1976.
A pesar de que no se interesaba en la política del momento, algunas veces comentaba en la casa sobre cosas raras que ocurrían en el cementerio, como que de noche (a veces trabajaba como sereno) llevaban cuerpos NN y los tiraban como bolsas de papas o perros, para ser enterrados en las fosas de abajo. Los deslizaban por un tubo de latas.
Esta situación lo angustiaba, pues él estaba en ese momento criando con su esposa Chela, a sus hijos, muchos de ellos adolescentes.
Al comienzo habló de coincidencia o casualidad.
¿O será que la vida prepara estos desenlaces?
Lo digo porque hace nueve años, en una habitación de una clínica, donde me quedé a cuidar a mi padre enfermo de un cáncer terminal, conocía Rubén, el hermano de Beto, que estaba internado en la cama contigua, recién operado.
Soy la hija menor de aquel sepulturero a quien después de tantos años Rubén volvió a ver.
Él no le dijo quien era por su estado de salud y al año siguiente falleció.
Yo me seguí viendo con Rubén después que salió de su internación y me contó toda su historia, la tragedia que pasó con su hermano y la participación de mi viejo.
Según él, era el Ángel que le iluminó el camino para encontrar el lugar donde llevar una flor a su querido hermano.
Yo estaba hace muchos años separada, con tres hijos.
Hace tres años me casé con Rubén y tenemos a una pequeñita de dos años y medio: Martina, Martina Osuna.
Desde que conocí a Rubén, tomé como propia la lucha para hacer justicia por lo de Beto y tantos chicos muertos y desaparecidos aún.
Estoy dándole fuerzas y a su lado siempre, sin miedos, enseñándole a Martina, a su medida, la lucha de su tío. Sin temores y con orgullo.
Desde que era una bebita nos acompaña a las marchas o reuniones. Y le entusiasman los tambores y las banderas. Y hasta canta el Himno (a su modo).
Veo en ellos algo que dicen los chicos de H.I.J.O.S. cuando se refieren al “brote germinal”…
También me siento comprometida porque conocí a Amanda Mayor. Y en cierta forma nos afecta su partida. Mi madre trabajaba en su casa y yo a veces iba a jugar con sus chicas. Conocí a todos sus hijos. Amanda era una mujer admirable. Mamá la quería mucho y se siguieron viendo hasta hace poco tiempo. Ella fue profesora de inglés de uno de mis hermanos y luego él le dio clases a ella en la Escuela de Artes Visuales. Mi hermano Carlos era artista plástico.
Todas estas referencias pasadas, con algunos recuerdos tristes, fortalecen mi vida. Y el recuerdo de aquel Ángel que estará siempre en nuestra memoria.
Aquél Ángel, que no tuvo miedo y se jugó en plena época del Proceso ayudando a encontrar a un ser querido de personas a las que no conocía, sin ningún interés material.
En mi interior siento que fue un héroe, un héroe humilde y silencioso. Esto me llena de orgullo.
Y sigo preguntándome: ¿será casualidad o cosa del destino?
Humildemente, Patricia.
Paraná, 23 de octubre de 2007.
San La Muerte
(Historia de Christian von Wernich)

Por Juan Cruz Varela

El martillo cayó exactamente a las 19.39 del martes 9 de octubre. Entonces los pañuelos blancos elevaron en un solo grito el rostro de Jorge Julio López cargado de reclamo. Camisa celeste, cuello clerical, chaleco antibalas, el hombre de cabeza calva y cana mantuvo su gesto adusto e imperturbable y apenas si pudo esbozar una sonrisa nerviosa. Había perdido ya su actitud provocadora, desafiante. Juntó las manos delante del cuerpo, dejó que le coloquen las esposas y marchó detrás de los policías que lo conducirían nuevamente a su celda en el penal de Marcos Paz.
Christian Federico von Wernich acababa de ser condenado a la pena de reclusión perpetua por considerárselo partícipe necesario en la privación ilegal de la libertad agravada de 34 personas y coautor de la aplicación de tormentos agravados de 31; y coautor de la privación de la libertad agravada y del homicidio triplemente calificado de siete personas cometidos en el marco del genocidio ocurrido entre 1976 y 1983 en la Argentina. Ese día se convirtió en el primer sacerdote de América Latina y el segundo en el mundo en ser condenado por crímenes de lesa humanidad.
Von Wernich nació el 27 de mayo de 1938 en San Isidro, aunque llegó a Concordia cuando tenía apenas dos años de vida. Fue el cuarto de diez hermanos -cuatro mujeres y seis varones-, hijos de uno de los primeros forestadores de la región y de una mujer de una fina familia de Buenos Aires.
El padre, Guillermo von Wernich, administraba bienes y quintas cítricas y llegó a hacer una fortuna, pero la dilapidó. Era uno de los referentes sociales y culturales de una época en la que Concordia era una ciudad próspera, pero en la que el poder del capital financiero marcaba el rol de las clases sociales. Y los chicos bien de la ciudad apuraban su crecimiento tomando mucho y fumando más. Su característica era la impunidad.
Queque, como le decían, era de uno de esos jóvenes, que creía normal cruzar en diagonal la Plaza 25 de Mayo montado en un jeep descapotable y a toda velocidad frente a la Jefatura Departamental de Policía; o perseguir con el mismo vehículo al entonces director del Colegio Nacional, Rafael Dickestein -también fue víctima de algunos bombazos de alquitrán-, por considerarlo incapaz de dirigir la institución por su condición de judío, en tiempos en que formaba parte de las patotas que defendían la “educación libre” con manoplas y cadenas. Y como hijo bien aprendido de la prepotencia, en 1955, tras la caída del gobierno peronista, fue parte de las hordas que arrastraron los símbolos del movimiento popular, como el busto de Evita, destrozaron los autos de quienes consideraban sus enemigos y organizaron caravanas de festejos por el golpe. Ya era entonces un adolescente que organizaba el becerro, como llamaban a las fiestas negras, de las que participaban entre ocho y diez muchachos y dos o tres chicas a las que definían como “liberales”, para aclarar que no se trataba de prostitutas; y de picadas en la zona del puerto con autos propios o robados que luego dejaban abandonados. “Era un muchacho pintón”, insisten en recordar algunos. “Tal vez un poco mujeriego aunque nunca se le conoció una novia”, rememoran todavía otros.
Nadie recuerda exactamente en qué momento de su vida encontró la vocación religiosa. De hecho, durante la década de 1960 Von Wernich no terminaba de encontrar su lugar en el mundo, y luego de empezar y largar un par de veces el Seminario, quiso convertirse en dandy. Mujeres no le faltaban aunque, como reveló una de ellas muchos años después, “era demasiado chiquilín y superficial”. Recorrió Europa y Estados Unidos y luego retomó sus estudios sacerdotales. Su ordenación se dio recién a los 35 años y de una manera bastante poco clara. En Concordia no obran datos de ello porque, según la información que dieron en la Diócesis al tribunal que lo condenó hace unas semanas, Von Wernich cursó sus estudios en el Seminario de Paraná. Sin embargo, hay quienes aseguran que no pasó por el Seminario y otros afirman que fue expulsado. Lo cierto es que por sus pecados juveniles varios obispos se negaron a tomarle juramento, hasta que el arzobispo de La Plata, Antonio Plaza, lo hizo el 31 de marzo de 1974.
Inmediatamente se conectó con el grupo represivo de la ciudad, que estaba organizado por Ramón Camps, un nefasto personaje oriundo de Paraná al que había conocido por intermedio del coronel Manuel Alejandro Morelli -el mismo que ordenó la Masacre de Fátima-, que estaba casado con su hermana Susana.
La patota tenía el tono de una cruzada religiosa: Camps se declaraba defensor de los valores occidentales y del cristianismo y el propio Plaza era quien bendecía el uso de la picana. En ese esquema, Von Wernich tenía un rol específico: era quien realizaba el trabajo de campo en los centros clandestinos de detención. Con sotana o sin ella, llegaba después de tres, cuatro o cinco días de tortura y a quienes soportaban y no cantaban les sugería que debían hacerlo en nombre de Dios. “La vida de los hombres depende de Dios y de tu colaboración”, solía decir a los detenidos. Para extraer información utilizaba el secreto confesional, aunque en el juicio se animó a decir que “ningún sacerdote de la Iglesia Católica Apostólica Romana violó el sacramento de la confesión a lo largo de los 2.000 años de historia o lo usufructuó para fines no determinados”.
Concordia siempre fue un lugar de permanente retorno para Von Wernich. Nunca faltaba para las fechas importantes. Llegaba en su automóvil, que guardaba en el lavadero y estacionamiento de su hermano, con una potente radio de gruesa antena que le permitía comunicarse con el mundo. Y en la guantera tenía más de una docena de documentos de identidad y carnet de conductor con diferentes nombres y su foto.
En 1978 le tocó cumplir otra misión para la dictadura. Como lo hizo Alfredo Astiz en Francia, Von Wernich fue enviado a Nueva York para infiltrarse en los organismos de derechos humanos que buscaban informaciones sobre los desaparecidos. Sin embargo, fue descubierto y retornó a Buenos Aires.
Cuando la dictadura comenzaba a derrumbarse y él a quedarse sin apoyos políticos, buscó refugio en un pequeño pueblo del centro de la provincia de Buenos Aires, llamado Norberto de la Riestra. Allí lo encontró el retorno de la democracia. Parecía un lugar ideal para esconder su pasado y pasar por un simple profesor de inglés, compinche de los estudiantes secundarios entre campamentos y fiestas colegiales. Pero su ambición lo traicionó. A principios de 1988, pidió su traslado a una Diócesis más importante, y en Bragado volvieron los problemas cuando la madre de Cecilia Idiart -una de las siete personas asesinadas por las que fue condenado- comenzó a organizar marchas y escraches en su contra.
Nuevamente buscó resguardo en un pueblito, aunque ahora fuera del país. Von Wernich viajó silenciosamente a Chile y recaló en la parroquia de El Quisco, a 15 kilómetros de Isla Negra. Su nombre allí era Christian González y su influencia se extendió rápidamente hacia otras pequeñas poblaciones del sur. Nadie quería perderse que ese hombre sonriente y afable, de buen porte, carismático e histriónico que saludaba a todos los fieles por su nombre, les diera la comunión.
Pasaron ocho años hasta que alguien volvió a acordarse de él. Fue descubierto por un equipo periodístico en abril de 2003. En febrero de ese año, el fiscal Félix Pablo Crous había solicitado su detención aunque nadie sabía dónde estaba. Apareció el 6 de agosto en una audiencia del Juicio por la Verdad en La Plata. Fue liberado 24 horas después, pero a fines de septiembre quedó tras las rejas hasta el día de hoy. El resto es historia conocida.

Fuentes consultadas
-Brienza, Hernán. Maldito tú eres. El caso Von Wernich, Iglesia y represión ilegal. Editorial Marea. 2004.
-Diario Junio. “Tenía que quebrar espiritualmente a los detenidos”, reportaje a Hernán Brienza. 5 de octubre de 2004.
-Gastaldi, Claudio. “Los hijos de la Concordia impune”, en Semanario Análisis. 21 de agosto de 2003.
Endurecerse sin perder la ternura

“Crezcan como buenos revolucionarios.
Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”.
Carta del Che a sus hijos.

Por María Claro


¿Qué de nuevo se puede decir del comandante Ernesto Che Guevara? Cuando los diarios del mundo, sociólogos, periodistas, escritores, antropólogos, investigadores, artistas, políticos han derrochado tinta, lápices y horas en los medios de comunicación pareciera que ya está todo dicho.
¿Será tan fuera del orden social hablar de Ernesto Guevara, nacido en Argentina y de nacionalidad internacional?
Parece que era un revolucionario y que cayó luchando como un héroe antiguo… Parece que luchaba por una mayor distribución de la riqueza… Parece que la prensa burguesa, deseosa de eliminarlo, aún a riesgo de desmentirlo día a día, proclamó que había muerto en Guatemala, Santo Domingo, Vietnam… Pero no. Lo mataron en Bolivia. Y cuentan que lo asesinaron cobardemente, a quemarropa, y que sus verdugos tuvieron que emborracharse hasta la inconsciencia para hacerlo… Tenían que alcanzar un estado de bestias humanas…
Hace poco, más exactamente el 9 de octubre, se cumplieron 40 años de su muerte…
Parece ayer cuando en la década de 1970 teníamos morrales, posters, broches, remeras con la cara del Che, ese retrato de la boina con la estrella y esa mirada fija en el horizonte. Cuentan que esa imagen fue obtenida por Alberto Korda en 1960, durante un funeral. Era un día de rara luz neblinosa y el fotógrafo tenía una leica cuyo obturador estaba sensiblemente rayado. El Che se había alejado de la comitiva oficial, aquejado por uno de sus típicos ataques de asma y mientras se recuperaba fue capturado por la cámara y su imagen inmortalizada para siempre.
Entonces nos inspiraba su rostro y su lucha. Pero más aspirábamos a ser como el Che… un hombre nuevo.
¿Por qué endurecerse? Endurecerse como el quebracho, de dura madera que no se cae ni se tuerce a pesar de las inclemencias del tiempo; endurecerse en el significado más primitivo de la palabra era aspirar a ser cada vez más sólidos en nuestras ideas y nuestra moral y que la sangre que corría por nuestro cuerpo como la savia hace al árbol fuera inquebrantable, que nuestros ojos no se cerraran al ver la injusticias, que nuestros oídos sepan escuchar un grito de dolor y que nuestra boca pudiera explicar todos nuestros propósitos: hacer la revolución, cambiar el orden, repartir la riqueza y tener coraje, no curvar la espalda, ante una batalla perdida, no quebrarse.
Había que endurecerse para no ser infatigable y dar un paso más allá de lo posible. Era no claudicar ante nadie, ser coherente ideológicamente, predicar con el ejemplo, amar la vida…
Endurecerse era un esfuerzo conmovedor… sin perder la ternura era acercarse con afecto, era mirar con franqueza y sonreír inocentemente, era una mano extendida en silencio, un abrazo necesario para calmar una pena y una palabra para levantar el ánimo.
Hoy, cuando la consigna es escalar dos y tres escalones en poder con mentira y especulación, el Che proponía crear dos, tres, muchos Vietnam; cuando está instalado el doble discurso, la traición, la indiferencia; cuando los uniformes verdes nos sobresaltan; cuando la Iglesia no se arrepiente; cuando la feroz competencia individual es el único estímulo posible para la evolución; cuando todo el tiempo nos hacen creer una cantidad de cosas que son prescindibles, como la solidaridad, la honestidad, la austeridad, la valentía y la ternura desparramada, hoy más que nunca te recordamos Comandante. Y como dice el poeta Juvencio Valle: “Un héroe de su talla y de su temple no se merecía una muerte tan miserable y tan cobarde… frenéticos de oler en el aire tibio la sangre pura… y ahí afronta su destino cual memorable estatua de dignidad”.
0800-333-2334 la línea para la identificación

Por Arhista (*)

La clandestinidad con que actuaron los militares argentinos que usurparon el poder el 24 de marzo de 1976 dio origen a la figura del desaparecido. Fue la coronación de una tarea que venían orquestando desde varios años antes, preparando la logística e infraestructura para inaugurar lo que denominaron “Proceso de Reorganización Nacional”, que comprendía un entramado de acciones para la detención y desaparición de militantes sociales y políticos, pero que también apuntaba a implantar un orden económico, educativo, cultural e inclusive deportivo. En ese período, algunos argentinos fueron tirados desde aviones al mar -pero los cadáveres aparecían en las costas argentinas y uruguayas-, en otros casos se simularon enfrentamientos y los restos fueron entregados a los familiares en cajones cerrados con la orden de no abrirlos; y muchas veces se realizaron enterramientos clandestinos.
Hace algunas semanas, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) firmó un convenio con Ministerio de Salud y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación para lanzar la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas, una campaña masiva de extracción voluntaria de sangre en hospitales públicos, y que también permitirá establecer contacto con un número importante de familiares de desaparecidos que puedan aportar información esencial para reconstruir la historia personal, que constituye un factor fundamental en el proceso de identificación.
El proyecto se realizará en conjunto con instituciones de Guatemala y Perú, pero en el caso argentino constará de tres etapas: el análisis genético de 600 muestras óseas de víctimas de desaparición forzada entre 1974 y 1983 que se encuentran en custodia del EAAF y de 3.600 muestras de sangre de familiares; la intensificación de exhumaciones de restos enterrados en cementerios y otros lugares donde existen denuncias fundadas de enterramientos ilegales; y la creación del Banco de Sangre de Familiares del Equipo Argentino de Antropología Forense, junto con el laboratorio Lidmo de Córdoba, en coordinación con la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y el Ministerio de Salud.
El programa comenzó a implementarse a partir del 1° de noviembre y la toma de muestras de sangre se realiza en forma gratuita en todo el país. Para ello, se ha coordinado una red de oficinas de derechos humanos y de centros de toma dependientes del Ministerio de Salud y también se pueden realizar consultas telefónicas sin cargo al 0800-333-2334.
La Secretaría de Derechos Humanos se va a encargar de establecer el contacto con los familiares y darles un turno para que se presenten en los bancos de sangre que funcionan en hospitales públicos -bajo la coordinación del Ministerio de Salud-. Las muestras van a ser remitidas a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, una quedará en custodia y otra será enviada a Estados Unidos para realizar los análisis masivos bajo estrictos acuerdos de confidencialidad. La identificación dependerá de cuánto material genético se pueda recuperar de los restos óseos y de la cantidad y utilidad de las muestras de sangre. Cuanto más cercano es el parentesco existen más probabilidades de establecer en forma fehaciente la identidad. Y como la certeza de la identificación aumenta a medida que se incrementa el número de familiares que aporta muestras de sangre, se establece un número de tres donantes por persona desaparecida.
Las muestras de sangre serán tomadas en forma gratuita por personal técnico de los centros de toma designados por el Ministerio de Salud, entrenado en la extracción de sangre y los resultados obtenidos son confidenciales. También se recomienda que donen sangre aquellas personas que ya lo han hecho puesto que los nuevos adelantos técnicos permiten que el soporte de papel en el que se almacena la sangre sea de mejor calidad y más duradero que el que se utilizaba hace unos años.
Las estimaciones indican que a mediados del año próximo se tendrán los primeros resultados de los análisis, que serán completados por los antropólogos -que actúan como peritos judiciales- con las hipótesis que reconstruyen la historia de cada cuerpo y en función de esa reconstrucción se informará a los familiares.
El Equipo Argentino de Antropología Forense se constituyó en 1987 pero nació tres años antes, cuando la Conadep y las Abuelas de Plaza de Mayo le pidieron al periodista Eric Stover, entonces director del Programa de Ciencia y Derechos Humanos de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, que colabore en el trabajo de exhumación e identificación de restos. Uno de los miembros de su delegación, Clyde Snow, convocó a un grupo de científicos para comenzar la tarea de lo que es hoy una de las organizaciones más respetadas mundialmente. Además del trabajo permanente en la Argentina, el EAAF ha extendido su trabajo a una treintena de países de América, Asia, África, y Europa, que luego de períodos de violencia política, deciden averiguar el destino de las personas desaparecidas. En 1997 lograron identificar el cadáver de Ernesto Che Guevara y otros seis guerrilleros que habían sido asesinados tres décadas antes por el ejército boliviano. En Argentina, los antropólogos lograron devolverles el nombre y apellido borrado por la represión a alrededor de 300 restos y apelaron a análisis genéticos en unos 120 casos. Con la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas pretenden extender ese horizonte.

(*) Asociación por la Reconstrucción Histórica Argentina.
El juego de ajedrez

“Se puede hacer desaparecer edificios, ciudades, libros, huesos y documentos, pero nunca podrán con la memoria. Ella volverá cada día cuando aparezca el sol. Eso lo sabemos todos, los memoriosos y los olvidadizos”.

Por Eduardo Ayala


Versión libre de una historia real ocurrida en octubre de 1976 aquí en Paraná a 15, 20 cuadras del monumento a San Martín y del San Pedro de la Catedral.

El hambre se hacía presente y la angustia de la situación incrementaba los ruidos de las tripas vacías. Sin embargo, esa mañana El Tano, digno representante de una generación amiga de la imaginación y de lo creativo, terminó el sacrificio de los escasísimos panes de los últimos días en el eficiente bálsamo de modelar. En el mugroso piso del monoambiente de prisionero de “las fuerzas del orden” aparecieron simpáticas figuras de mendrugo ensalivado con el destino de oficiar de peones, alfiles caballos, torres, reinas y reyes. Una vez secos, los improvisados trebejos quedaron como hechos de piedra. Un cacho de ladrillo arrancado de las paredes del estrecho calabozo sirvió para dibujar en el piso un casi perfecto cuadrado con sus 64 casillas, unas rojas de ladrillo y las otras del color sucio del cemento. Terminada la tarea, había que conseguir un candidato para disputar una partida.
Su vecino del calabozo contiguo recibió el llamado: dos golpecitos en la medianera y contestó con los correspondientes del otro lado aceptando el diálogo. Los códigos se inventaban y aprendían rápido en el centro clandestino de detención de Comunicaciones. La conversa era vía aérea hablando parado y orientando la voz hacia el miserable ventanuco enrejado que estaba allá arriba en la pared del fondo.
–Che Flaco, ¿querés jugar una partida de ajedrez?
–¿Queeé? Mejor vamos al Flamingo a chupar unas cervezas. Tano, ¿vos estás loco?
–Pero, ¿querés o no querés?
–Primero, no sé jugar; y segundo -ya compartiendo la loca propuesta- ¿De dónde puta sacamos el juego?
–Ahí debés tener piedritas, pedazos de revoque y algunos palitos en el piso. Se pueden usar. Yo te enseño. Hacé un cuadrado en el piso, lo dividís en 64 casillas, pintá con un pedazo de revoque una por medio. El casillero del rincón de tu derecha debe ser blanco, sin color; después seguí alternando hasta completar. Las piezas las inventás con lo que encontrés. Ahora te digo cuantas son y como juegan.
Esa mañana de octubre de 1976, los ocupantes de los diez calabozos, alrededor de doce secuestrados, debieron aguantar un curso acelerado de ajedrez a los gritos, que superaban el volumen natural por la incipiente sordera que ya acompañaba al Tano. Así, el novato fue aprendiendo a dar los primeros pasos del atrapante juego ciencia.
–Los peones -discurseaba El Tano-, como todo perteneciente a la clase más baja, están para ir al frente sin salirse de vereda, comen salteado y normalmente se sacrifican, aunque alguno de ellos cada muerte de obispo puede llegar y ser de la realeza.
–Me parece historia conocida, comentó el otro entusiasmado.
Con la particular didáctica del Tano, el vecino fue aprendiendo veloces incursiones de alfiles, hizo dificultosos cálculos para saber adónde mierda podrían saltar los caballos, conoció de las limitaciones del rey para rajar de una situación dificultosa y cómo a la dama se le permitía hacer casi todo. Sí, así como en la vida real.
Lo que motivó puteadas y algunas cargadas de los demás que obligadamente compartían la clase ajedrecística fue la larga y difícil explicación de los enroques, más haciéndolo a los gritos con uno medio sordo y pared de por medio. Una vez que El Tano entendió que ya tenía un sparring para sacudir cuantas veces quisiera, lo convidó para empezar la primera en serio.
Así pasó todo el día. Las partidas fueron varias. El maestro no tenía piedad y el otro era insistidor.

*****

El atardecer era el momento del día más difícil para los detenidos en el Escuadrón de Comunicaciones. Más allá de las influenzas melancólicas, los recuerdos y algunas extrañezas, también empezaban los problemas. Con las primeras oscuridades, las bestias dueñas de casa empezaban a moverse.
Pasaban sacando los candados, dejando sólo los cerrojos, pasadores. Era suficiente. Imposible abrir desde adentro del calabozo. Luego engrasaban los cerrojos para que abrieran rápido y sin ruidos. Había que sorprender a estos hijos de putas subversivos abriendo de golpe y a las trompadas. Todo se realizaba escrupulosamente, como siguiendo las indicaciones de un manual, lo que no se sabe si escrito en inglés por “yanquis defensores de nuestra nacionalidad” o con letras francesas de los que tuvieron que rajar de Argelia.
Para los que estaban adentro empezaba la vigilia, mezcla de miedos incontenibles y preparación mental para aguantar lo que viniera. Todos los oídos eran uno sólo y la vista se aguzaba a través del milimétrico agujerito hecho en la puerta. Verlos venir era parte de la cosa, daba tiempo de respirar hondo, contar hasta diez y que sea lo que Dios y Tortolo quieran. La patota estaba ahí, cerca de los calabozos, esperando el momento de actuar. No los veían pero los olfateaban. El Renault 12 entraba marcha atrás a todo lo que daba, se detenía frente a los calabozos enrojeciendo la oscuridad con las luces de stop y ocupando casi la mitad del frente de todas las puertas, así que siempre todos sentían que les tocaba el turno. Los que en la oportunidad zafaban, sufrían escuchando los guachazos y gritos de los “cuatro o cinco valientes” y los quejidos del “cobarde o de la cobarde delincuente terrorista”. Capucha, manos esposadas a la espalda, zambullón al baúl, portazos y rauda salida quemando gomas.
Después, el silencio. Los oídos seguían atentos, alguno se animaba primero y preguntaba a quién se habían llevado. De alguna forma se tomaba lista.
Para distender un poco la cosa, alguien canturreaba una suave canción y así pasaba el tiempo hasta que el sueño les ganaba los ojos y se iban en ensoñaciones quien sabe dónde, a visitar quien sabe a quién.

*****

El score ajedrecístico de ese día había dejado al Tano ganando por goleada, en un vapuleo sólo interrumpido porque ya se veía poco y pronto llegaría el plato con el mazacote que nadie podía adivinar que era y comían prácticamente con las manos y en la oscuridad.
Pero hay que reconocer que el novato aprendía rápido de sus errores y que en esta última suspendida había llegado a una posición que lo entusiasmaba. Supo renunciar a un par de comilonas, un peón y un alfil, y ya pensaba al menos dos jugadas para adelante. Por eso aceptó de mala gana la interrupción del juego.
Esa noche primaveral tuvo novedades. Trajeron a uno, nuevamente el auto, los golpes y portazos pero los prisioneros más tranquilos porque ya habían puesto los candados. No sacaban, era un ingreso.
–¿Quién vino?
Cuchicheos inaudibles.
–Lo metieron conmigo -dijo El Tano.
–¿Cómo se llama?
–Godoy -dijo el nuevo cortito y con voz ronca.
Se pensaba, cada uno evaluaba si era conveniente preguntar algún dato más o esperar.
–¿Cómo está?
Todos sabían que venía de la tortura.
–Bien -mintió el recién llegado.
Al compañero hacía varios días que le daban con todo. Había adquirido ese olor fuerte y agrio en el cuerpo producto del terror y del dolor, estaba barbudo y su aspecto era lamentable. No se preguntó más. Se dieron nuevamente las buenas noches y a esperar el nuevo día.
Cuando amaneció, y con los saludos de “buen día, compañeros”, la vida seguía así, encerrados en Avenida Ejército al final. Los ánimos se iban semejando a los movimientos de afuera: algún canto de pájaro, soldados que pasaban mirando con una especie de asombro y curiosidad los calabozos donde estaban “los terribles y las terribles”. No había pasado mucho sol por el patio del frente que cuando el aprendiz entusiasta estaba azotando sus nudillos en el muro llamando al Tano.
–Sí -contestó el maestro mal dormido por la llegada del nuevo pensionista.
–Compañero, vamos a seguir la partida de ayer.
–No, ahora no tengo ganas -dijo El Tano.
–Dale, sigámosla, te toca mover a vos.
Nuevamente negativa sin mayores explicaciones y la presión que iba subiendo en el temperamento del novato.
–Eh, sos un jodido. No seguís porque ya te tengo contra las cuerdas -agregó agrandado.
–No, no es eso.
–Que no, te cagaste, eso es lo que pasa.
Aguante. Paciencia itálica. Silencio.
Hasta que ya caliente, el otro gritó: “Dale Tano, no seas hijo de puta”.
–No, no puedo seguir.
–¿Por qué no podés? -preguntó fuera de sí.
Con la cara y la mirada de Godoy a menos de un metro, El Tano se animó: “No puedo seguir porque el que llegó anoche vino cagado de hambre y me comió tres peones, un alfil y la dama”.
Las carcajadas de los secuestrados llenaron de alegría la mañana en los calabozos del centro clandestino de detención.
El represor Trimarco alegó una enfermedad neurológica para no presentarse a declarar en el Juzgado Federal de Paraná

El represor Juan Carlos Ricardo Trimarco no se presentó a prestar declaración indagatoria este viernes en la causa en la que se investiga el robo de bebés nacidos en el Hospital Militar de Paraná durante el cautiverio de sus padres. Su abogado Eligio Abel González presentó a última hora del jueves un escrito consignando que el ex interventor militar en la provincia padece “problemas neurológicos graves”. El parte médico fue emitido por un profesional de la Clínica Fleni de Capital Federal. De todas maneras, la abogada querellante Marina Barbagelata, afirmó que se solicitó “que se pida al médico de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que se verifique el estado que se acredita en el expediente y reiteraremos el pedido para que se lo detenga”. Ex presos políticos, querellantes y familiares de víctimas del terrorismo de Estado se concentraron en Tribunales, mientras que el edificio estuvo con una custodia policial para evitar pintadas.
El certificado emitido por un facultativo de la Clínica Fleni de Capital Federal consigna que el represor “padece una enfermedad neurológica grave, que hacen que Trimarco no esté en condiciones de recordar los hechos que se le imputan”, se consignó.
Por su parte, Marina Barbagelata confirmó a la salida de Tribunales, temprano a la mañana, que “a las 19.45 nos llegó la notificación de que Trimarco no se iba a presentar por cuestiones de salud. Su abogado presentó un escrito diciendo que no acudiría a la indagatoria por razones de salud y que la documentación que acredita su estado estaba en camino, por lo que la jueza (Myriam Galizzi) posterga el análisis de la situación hasta que se acredite el escrito presentado por los defensores”.
De todas maneras, la abogada querellante confirmó que “elaboramos un escrito solicitando que la jueza federal pida al médico de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que verifique el estado que se acredita en el expediente y reiteraremos el pedido para que Trimarco sea detenido, traído a Paraná y se fije una nueva fecha para su indagatoria porque entendemos que estas maniobras eran previsibles y por eso solicitamos que se revea la decisión de citarlo a que se presente ante la Justicia”, señaló.
A partir de las 8, comenzaron a congregarse militantes de derechos humanos y dirigentes políticos, sociales y gremiales frente al Juzgado Federal, adonde se había convocado para una vigilia por parte de AFADER. La sensación era de decepción, aunque reconocían como previsible que Trimarco no se presentaría a declarar. Inmediatamente también apareció una columna de policías federales que formaron un escudo frente al edificio para salvaguardar la fachada de los huevazos. Estuvieron allí un par de horas, pero no realizaron pintadas.
A Trimarco se le imputan dos delitos: sustitución de identidad prevista en el artículo 139 inciso 2 del Código Penal, que establece una pena de uno a cuatro años de prisión; y sustracción de menores de edad del artículo 146, que establece una pena de tres a diez años. La causa se inició en mayo de 2005, a partir de la denuncia presentada en el Juzgado Federal de Paraná por Sebastián Álvarez, hijo de Raquel Negro, con el patrocinio de los abogados Marina Barbagelata, Marcelo Baridón y Gamal Taleb. Negro estaba detenida en el centro clandestino de detención Quinta de Funes, en Rosario y a mediados de 1978 fue trasladada al Hospital Militar de Paraná, donde dio a luz a mellizos.
Al momento del secuestro de su madre, Sebastián tenía un año y medio de vida y entonces fue dejado con sus abuelos, puesto que su padre Marcelino Álvarez estaba desaparecido desde marzo de 1976. Su madre se encuentra desaparecida y según declaró el último martes el represor Eduardo Costanzo, habría sido asesinada y su cuerpo lanzado al mar en un vuelo de la muerte junto con otros 14 militantes montoneros.
Trimarco es el responsable mayor de lo que pasó en Entre Ríos, pero hay que llamar a todos los genocidas, dijo María Luz Piérola

“Trimarco es el responsable mayor de todo lo que pasó en Entre Ríos durante la dictadura, pero se los tiene que llamar a todos los responsables del genocidio”, afirmó la integrante de AFADER María Luz Piérola en la puerta del Juzgado Federal, tras la confirmación de que el ex interventor militar en la provincia no se presentaría a la indagatoria por problemas de salud. Además, dijo que “vamos a seguir peleándola, como hace 31 años. Y aunque se determinó que el juicio sea escrito, cerrado, secreto, seguiremos luchando para que esto sea público, porque consideramos que el espacio público es necesario para que la gente sepa qué pasó”.
María Luz Piérola afirmó que el faltazo de Trimarco a prestar declaración indagatoria “es una muestra más de estos tipos, que siguen manteniendo la clandestinidad, siguen escondiéndose y tapando la historia”, y recordó el caso de Norberto Tozzo, prófugo desde hace dos años en la causa por la Masacre de Margarita Belén, en la que fueron asesinados los entrerrianos Raúl Caire, Fernando Piérola y Reinaldo Zapata Soñez.
De todas maneras, afirmó que “esta es una forma de operar que tienen estos tipos, pero nosotros vamos a seguir peleando la nuestra, porque la sociedad necesita que estos tipos estén entre rejas, y los llamaremos las veces que sea necesario”.
Más adelante, destacó la presencia de militantes de derechos humanos y el acompañamiento de dirigentes políticos, gremiales y sociales porque “es una muestra de que seguimos pidiendo justicia. Hace 31 años que estamos peleándola y a pesar de que determinaron que el juicio sea escrito, cerrado, secreto, vamos a seguir luchando para que esto sea público, porque consideramos que el espacio público es necesario para que la gente sepa qué pasó”, al tiempo que remarcó que “es un salto cualitativos que los genocidas estén presos. Tenemos que terminar con esta impunidad de ayer, para que otros hechos también sean juzgados como corresponde”.
Por último, consideró que “Trimarco es el responsable mayor de todo lo que pasó en Entre Ríos durante la dictadura, pero se los tiene que llamar a todos los responsables del genocidio y se tiene que destrabar el tema de la Causa Área Paraná, porque acá hay desaparecidos y eso la gente lo tiene que saber”, sentenció.
Foto: Análisis Digital.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Trimarco deberá presentarse a declarar el viernes 30 de noviembre en el Juzgado Federal de Paraná por el robo de bebés nacidos en cautiverio

El represor Juan Carlos Ricardo Trimarco (foto) deberá presentarse a prestar declaración indagatoria el próximo viernes 30 de noviembre en el Juzgado Federal de Paraná, en la causa iniciada por la sustracción de identidad de cuatro menores nacidos en el Hospital Militar de la capital entrerriana entre julio y agosto de 1978. Además, para este martes 27 también fue citado Eduardo Tucu o Tucumano Constanzo, quien declaró ante el juez federal de Rosario, Germán Sutter Schneider, haber participado bajo presión del asesinato de 14 detenidos-desaparecidos -entre ellos los entrerrianos Oscar Daniel Capella, Miguel Ángel Tosetti y Héctor Retamar- que se encontraban detenidos en el centro clandestino de detención conocido como Quinta de Funes. Según su testimonio, Raquel Carolina Ángela Negro, que estaba detenida allí, fue trasladada a Paraná, donde dio a luz a mellizos, y luego fue devuelta muerta a Rosario.
La denuncia por sustracción de menores y sustitución de identidad fue presentada el 18 de mayo de 2005 en el Juzgado Federal de Paraná. En la causa es querellante Sebastián Álvarez, hijo de Raquel Negro, que en ese momento tenía un año y medio de vida y ante la desaparición de su madre fue dejado con sus abuelos, puesto que en marzo de 1976 antes había sido detenido su padre Marcelino Álvarez.
Según el relato de Constanzo, Raquel Negro fue ingresada al Hospital Militar de Paraná como sobrina de Leopoldo Fortunato Galtieri, estuvo al cuidado de personal de inteligencia militar, tuvo a mellizos pero que el varón habría fallecido un mes después de nacer, y que los represores Walter Pagano y Jorge Fariña -ambos procesados- llevaron a la nena a Rosario y la dejaron en un convento.
La denuncia fue radicada a partir de información que llegó en forma anónima a los querellantes y de los datos que surgen en la investigación iniciada en el Juzgado Federal de Rosario. El juez Sutter Schneider logró determinar que Raquel Negro estuvo en el Hospital Militar de Paraná y por ello realizó un allanamiento en el citado nosocomio. Aunque el pedido para que Trimarco declare en la causa fue presentado en marzo pasado, hasta la fecha no había habido respuestas, lo que motivó un fuerte malestar entre los organismos de derechos humanos que estaban preparando una declaración pública para repudiar la lentitud de la Justicia en la tramitación de las causas.
La imputación por la cual se le solicita la indagatoria a Trimarco tiene dos fundamentos: sustitución de la identidad del artículo 139 inciso 2 del Código Penal, que establece una pena de uno a cuatro años de prisión, y sustracción de menores de edad del artículo 146, que establece una pena de tres a diez años.
Patti quedó detenido en una cárcel común por el secuestro de siete personas durante la dictadura

El represor Luis Abelardo Patti (foto) quedó detenido luego de ser indagado por el secuestro y la desaparición de siete personas ocurridos durante la última dictadura militar. Patti se presentó ante el juez federal de San Martín, Alberto Suares Araujo. Patti está acusado de haber participado del esquema de la represión ilegal de la guerrilla en la zona norte del Gran Buenos Aires y en jurisdicción del Instituto de Comandos Militares y se le imputan las privaciones ilegales y eventuales tormentos en perjuicio del ex diputado Diego Muñiz Barreto, Juan José Fernández, Carlos Souto, Guillermo D’Amico, Luis D’Amico, Osvaldo Arriosti y Gastón Goncalves. Además, debe responder por el secuestro del periodista y escritor entrerriano Tilo Wenner, desaparecido en Escobar el 26 de marzo de 1976; y también por los crímenes de los militantes montoneros Eduardo Pereira Rossi y Osvaldo Cambiasso, a quienes reconoció haber asesinado pero dijo que había sido en un enfrentamiento, en mayo de 1983.
Los siete secuestros por los cuales fue detenido ocurrieron entre 1976 y 1977 en jurisdicción del Instituto de Comandos Militares, y forman parte de una causa en la que ya están detenidos y procesados el ex último Presidente de facto Reynaldo Bignone y el ex general Santiago Omar Riveros, ex jefe de la Zona IV durante la represión ilegal de la guerrilla.
Muñiz Barreto y su secretario, Juan José Fernández, fueron detenidos ilegalmente por Luis Patti en Escobar, el 16 de febrero de 1977. Fueron trasladados a la Comisaría de esa localidad, luego a la Unidad Regional Tigre y finalmente al centro clandestino de detención de Campo de Mayo, uno de los mayores campos de concentración y exterminio de la última dictadura militar. El 5 de marzo fueron sacados de Campo de Mayo, trasladados en un Fiat 128, adormecidos con una sustancia y dos días después arrojados con el vehículo a un arroyo cercano a la localidad de Raíces Oeste, en el departamento Villaguay.
Muñiz Barreto falleció, pero Fernández logró salir con vida. Tenía 23 años y un cuerpo de rugbier, por lo que la sustancia no hizo efecto en él. Cuando escuchó que los autos arrancaban, se zambulló nuevamente en el agua para intentar auxiliar a Muniz Barreto. Pero su amigo ya estaba muerto.
Esperó antes de salir del agua por miedo a que volvieran. Después, mojado, herido, con un zapato menos, recorrió la ruta, escondiéndose entre los pajonales cuando veía venir un auto. Encontró gente solidaria que lo llevó hacia Paraná pero fue denunciado por su aspecto. Volvió a ser detenido por la policía e interrogado por un oficial de Inteligencia del Ejército. Tuvo la astucia de decir que había sufrido un accidente. Lo mismo que aseguraban los diarios. Finalmente un juez lo dejó en libertad.
El jueves por la mañana, Patti se presentó ante el juez con un escrito en el que negó haber participado en los procedimientos en los que fueron secuestradas las víctimas cuyos casos investiga el juez Suares Araujo. Tras ser notificado de su detención, Patti fue trasladado a la alcaidía en los tribunales porteños para los trámites previos a su encarcelamiento, entre ellos un examen psicofísico; y al caer la noche fue remitido a la cárcel de Marcos Paz, donde quedó alojado con los genocidas condenados Miguel Etchecolatz y Christian von Wernich.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Homenaje a la familia Amestoy a 31 años de la Masacre de la calle Juan B. Justo

A 31 años de la Masacre de la calle Juan B. Justo, se realizó en San Nicolás un emotivo homenaje para recordar los crímenes de Omar Amestoy, su esposa María del Carmen Fettolini, sus hijos Fernando, de tres años, y María Eugenia, de cinco, y Ana María del Carmen Granada, en un operativo conjunto entre militares y policías federales y bonaerenses. Familiares e integrantes de organizaciones de derechos humanos encabezaron el acto en reclamo de justicia del que también participó Manuel Gonçalves, el único sobreviviente del hecho. Además, la familia Amestoy colocó una placa en el cementerio de Nogoyá en la que se reclamó por “memoria, verdad y justicia”, ante la presencia de amigos y compañeros de Omar y Pochi.
En la Plaza de los Inmigrantes, en San Nicolás, se desarrolló por tercer año consecutivo un acto donde hubo distintas actividades artísticas coordinadas por la Juventud de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). Grupos musicales y obras teatrales dieron marco al homenaje en memoria de las víctimas de la denominada Masacre de la calle Juan B. Justo, en la que fueron asesinados cuatro entrerrianos.
A pesar de la inestabilidad del tiempo, que obligó en un momento suspender la actividad, la jornada tuvo la presencia del numeroso público que concurre al paseo costanero de la ciudad. Luego continuaron los actos en el local de CTA, entre pizzas y alguna bebida.
El Grupo de Teatro del Hogar de Día Cooperanza presentó una obra dirigida por Víctor Cisterna. También actuaron varias bandas locales, como Becuadro, La Usurpada y otras; y entrada la noche, alumnos de la Escuela Media Número 3 de San Nicolás, que realizaron la investigación y el video documental No nos han vencido para el Programa Jóvenes y Memoria de la Comisión Provincial por la Memoria, dieron testimonio del trabajo realizado en el transcurso del año y que fuera presentado recientemente en el Encuentro de Chapadmalal.
“A cada paso en la Justicia, damos otro por la memoria. Ojalá el año próximo, para esta época ya estén condenados los responsables y después de tanto sembrar memoria, finalmente cosechemos un poco de justicia”, afirmó el dirigente del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (Suteba), José María Budassi, que también padeció en carne propia el horror de las botas y los fusiles.
En las primeras horas del 19 de noviembre de 1976, las fuerzas de seguridad llegaron con tanques, camiones y un arsenal de armas; cerraron el paso a tres cuadras a la redonda para impedir que los vecinos puedan acercarse a la zona e irrumpieron en la casa de calle Juan B. Justo 676. Una veintena de efectivos ingresó a los tiros a la vivienda. Primero fue asesinada Ana María del Carmen Granada estando ella en un rincón, con las manos levantadas, suplicando a su matador que no lo hiciera. Las balas también alcanzaron a Omar Amestoy y María del Carmen Fettolini, ambos oriundos de Nogoyá. María Eugenia y Fernandito murieron en el baño, ahogados por los gases lacrimógenos que habían sido lanzados desde la claraboya por los represores. Manuel, que pudo esquivar entre las sábanas los balazos que impactaron en el ropero en el que su madre buscó protegerlo, fue internado y a los pocos meses dado en adopción. Recién pudo conocer su historia y recuperar su identidad en 1995.
Omar Darío Amestoy era el mayor de cuatro hermanos nacidos en Nogoyá. A los 17 años terminó el secundario y se fue a estudiar a Santa Fe. Primero intentó Ingeniería Química, pero enseguida abandonó la carrera y comenzó a estudiar Derecho. A los 23 años se recibió de escribano y se volvió a su ciudad, donde lo esperaba María del Carmen Fettolini, su novia desde la infancia y con quien se casó al poco tiempo. Ella era una de cinco hermanos de una familia que vivía sin sobresaltos y había sido una de las primeras maestras jardineras y trabajaba en el Colegio del Huerto.
En 1969, Amestoy se hizo cargo del Registro de la Propiedad del Automotor de Nogoyá. Para ese entonces, Omar era también un activo militante barrial de Nogoyá, donde realizaba una ardua tarea de militancia barrial, en una ciudad en la que las necesidades eran muchas. “Se sacaba el saco y se iba a trabajar a los barrios”, cuentan sus familiares. A la llegada de la dictadura, huyeron primero a Paraná y luego cruzaron a Santa Fe, hasta que se instalaron en San Nicolás, donde fueron asesinados.
Por lo pronto, sólo dos represores permanecen procesados y detenidos: el teniente coronel Manuel Fernando Saint Amant -de 72 años e imputado por 147 desapariciones de personas, 27 secuestros y torturas, robos, apropiaciones de menores y asesinatos, entre ellos el homicidio del obispo Carlos Ponce de León- y el entonces jefe de la Policía Federal, comisario Jorge Muñoz -que poseía especialización en temáticas de represión de guerrilla urbana y había dictado cursos sobre ello en distintas unidades del Ejército Argentino-. En tanto, el policía Carlos Alberto Azzaro, que confesó haber asesinado a Granada, tiene actualmente una falta de mérito. El fiscal federal Juan Patricio Murray solicitó las detenciones del ex comisario Fernando Meneghini y el ex subcomisario Omar Marelli. Pero en el hecho hubo por lo menos 20 personas involucradas que no han podido ser identificadas todavía.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Buscan incorporar la figura de la desaparición forzada al Código Penal

Esta semana se tratará en la Cámara de Diputados el proyecto por el cual se prevé la incorporación de la figura de la desaparición forzada al Código Penal. La iniciativa es impulsada por Rosario Romero (PJ-Entre Ríos) y busca cumplir con pactos internacionales suscriptos por la Argentina en materia de derechos humanos. El proyecto contempla penas de reclusión perpetua para quienes priven de la libertad a otras personas y también se penaliza la desaparición forzada de niños nacidos en cautiverio.
La iniciativa impulsada está en línea con la política de derechos humanos impulsada por el gobierno nacional y busca cumplir además con pactos internacionales suscriptos por la Argentina en ese sentido.
El proyecto para incorporar modificaciones al Código Penal fue largamente debatida por los diputados, en el marco de la Comisión de Legislación Penal -que preside Rosario Romero-, que contó con el asesoramiento de integrantes del Programa Antiimpunidad de la Nación y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.
A través de esta norma, que podría ser sancionada en las próximas semanas, se penaliza además la desaparición forzada de niños nacidos en cautiverio y establece la competencia de la Justicia Federal para juzgar este tipo de delitos imprescriptibles.

viernes, 9 de noviembre de 2007

AFADER celebró un convenio con la Universidad de Madres de Plaza de Mayo

A través de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER), AFADER e H.I.J.O.S. Regional Paraná celebraron un convenio con la Universidad Popular de las Madres a los fines de promover el intercambio académico y cultural. En el acto que se realizó en la Casa de la Madres, se realizó una jornada cultural que contó con la actuación del músico Daniel Rochi, quien recientemente concluyó su trabajo discográfico Declaración, que contiene canciones de su autoría y en co-autoría con Stella Berduc y Rudy Astudilla, relacionadas con distintos aspectos de la lucha por los derechos humanos. Asimismo, se presentó la maqueta de una obra escultórica realizada por el paranaense Néstor Medrano, en homenaje a las Madres. La iniciativa de este homenaje surgió de la Coordinación de Derechos Humanos y Políticas Sociales de la UADER, a cargo de Alejandro Richardet.
La jornada vivida en Buenos Aires tuvo un alto grado de emotividad, calidez y compromiso. Hebe de Bonafini -ausente a raíz de un imprevisto- envió un mensaje destacando que “la UADER es la primera universidad pública que decide homenajearnos de este modo, viniendo a nuestra casa a traernos cosas”.
Y así fue. Una delegación de la Coordinación de Derechos Humanos y Políticas Sociales, integrantes de AFADER, H.I.J.O.S. Regional Paraná y los artistas Néstor Medrano, Daniel Rochi, María Silva, Silvia Lanche, Martín Larraburu y Rudy Astudilla, participó del acto de firma del convenio, a los fines de promover el intercambio académico y cultural. Pero de algún modo esa fue la gran excusa para manifestar públicamente un humilde reconocimiento hacia esas luchadoras incansables por los derechos humanos que son las Madres.
La presentación de la actividad estuvo a cargo de Inés Vázquez, coordinadora Académica de la Universidad de Madres, quien agradeció a la UADER por haber tenido la iniciativa de “estrechar vínculos”. Mercedes Porota de Meroño -en representación de Hebe de Bonafini- firmó el convenio con el rector de la UADER, Mario Mathieu. Al tomar la palabra, el rector señaló que “en alguna medida, lo que se planteó como posibilidad y deber en la Universidad argentina de fines de los ‘60 y durante los ‘70, algunas universidades lo estamos retomando”, y afirmó que “es un gran honor para la universidad trabajar con ellas, y venir acá esta tarde es un mínimo tributo a la sublime locura de las Madres”.
En este marco se presentó la maqueta de una obra escultórica realizada por el paranaense Néstor Medrano, en homenaje a las Madres. Al respecto, el artista, visiblemente emocionado, agradeció la posibilidad de trabajar en favor de los derechos humanos a través del Subprograma de Arte Público y Derechos Humanos de la UADER. Además, transmitió el compromiso que asumieron los intendentes electos de Paraná, Concordia y Diamante para emplazar la obra en sus respectivas ciudades, y adelantó que el 30 de abril de 2008 serán inauguradas las esculturas.
El corolario de la jornada fue la presentación del disco Declaración, un proyecto del músico Daniel Rochi, con canciones de su autoría y en co-autoría con Stella Berduc y Rudy Astudilla, relacionadas con distintos aspectos de la lucha por los derechos humanos. Sobre el escenario, Rochi expresó: “Es un orgullo estar en este lugar y pertenecer a una universidad que ya en sus primeros años se haya manifestado en este sentido por los derechos humanos; es un orgullo poder decir con las Madres: vamos juntos por la educación y por un pueblo mejor”. Rochi (voz y guitarra) estuvo brillantemente acompañado por Silvia Lanche y María Silva (en voces), Martín Larraburu (en violín) y Osvaldo Saravia (percusión).
Lanche, con ascendencia toba-mocoví, agradeció públicamente tanto a la UADER como a las Madres “por acordarse de la importancia histórica y cultural de los pueblos originarios”, aludiendo a “Territorio Madres”, un proyecto de Capacitación de Promotores en Prevención de Salud para Niños de cero a cuatro años de las comunidades originarias, en cuyo marco la Universidad de las Madres ha seleccionado a la UADER como una de las sedes para trabajar en Santa Fe y Entre Ríos con referentes de los pueblos chaná, guaraní, charrúa y toba-mocoví. Precisamente, el convenio celebrado habilita esta tarea conjunta, que contará con la coordinación de Oscar Natalichio (Secretario de Extensión de la UPMPM) y la profesora Gladis Balbi (Coordinadora de Políticas Sociales de la UADER).
El sentido de una búsqueda

Por Ana y Mario Santucho (*)

La decisión del Presidente Kirchner de ordenar a las Fuerzas Armadas “que dispongan todas las medidas que resulten conducentes” para encontrar los restos de nuestro padre y de su compañero Benito Urteaga nos motiva las siguientes tres reflexiones, que hemos conversado con nuestros amigos y familiares más cercanos y que queremos compartir con muchos.
1)- Se trata para nosotros de un acto elemental de justicia, que responde a un largo camino de reclamos, denuncias y movilizaciones llevadas adelante por buena parte de la sociedad. Ante todo, entonces, es a esta intensa y sostenida lucha -de la que hemos participado- a la que debemos agradecer.
Es cierto que esta decisión pudo no haber sido tomada. De hecho, se trata de una reacción tardía, motivo por el cual quizá no tenga efectos tangibles. Hemos conocido y seguimos padeciendo, en estos años, la aguda cobardía de los representantes y de las autoridades, ya sea disfrazada de realismo, de impotencia o como calculado cinismo. Por eso valoramos esta medida democrática que, junto a los juicios reabiertos contra los responsables de la represión militar, se distingue del fondo de impunidad en el que aún hoy vivimos.
2)- Lo que el decreto presidencial explicita es que nosotros todavía estamos buscando los cuerpos sin vida de nuestros padres.
No sólo los buscamos a ellos. Junto con Santucho y Urteaga desaparecieron Liliana Delfino, Ana María Lanzilloto (y el hijo que llevaba consigo), Domingo Mena y Fernando Gertel. Sus restos también deben ser encontrados y restituidos.
Y no somos los únicos. La mayoría de los 30.000 desaparecidos aún permanecen en ese limbo creado por los militares como una verdadera usina de terror.
¿Pero cuál es el motivo de un silencio y un ocultamiento que a estas alturas se ha vuelto terco e irracional? ¿Y qué es lo que se torna evidente cuando toma estado público nuestra búsqueda de ejercer un derecho tan básico? Se trata de la sencilla pero persistente verdad de que resulta imposible cualquier reconciliación.
Pues, ¿cómo podríamos convivir con quienes están imposibilitados de asumir las consecuencias de sus actos de exterminio?
Si no nos reconciliamos es porque los efectos de aquellas decisiones son irreversibles.
La reciente y aún irresuelta desaparición de Julio López destruyó toda ilusión de un final feliz. No puede haber verdadera democracia mientras aquel fondo de impunidad perdure. Y ese fondo no ha cesado de volverse más denso, sobre todo si atendemos ya no sólo a las injusticias del pasado, sino también a las que hoy existen de mil maneras (no menos violentas) en los barrios, las cárceles y en las calles de todo el país.
3)- Quizá nuestra última reflexión no se derive inmediatamente del decreto presidencial. Tal vez ello se deba a que se trata de un sentimiento más personal, de poca relevancia en la discusión mediática y en la agenda de coyunturas. Sin embargo, no nos parece superflua agregarla: nos incomoda ocupar el lugar de víctimas condenadas a ejercitar un reclamo eternamente insatisfecho.
La búsqueda de estos cuerpos, para nosotros, forma parte de un anhelo vital. Su eventual hallazgo habilitaría el velorio que todos merecemos. Pero su sentido de justicia más profundo depende de nuestra capacidad para prolongar el espíritu de rebeldía y emancipación que se encarna hoy en los cuerpos que resisten la miseria del poder.

(*) Hijos de Mario Roberto Santucho.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Kirchner ordenó a los militares que informen dónde están los restos de Santucho y los líderes del ERP

En su condición de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, el Presidente Néstor Kirchner ordenó que el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea tomen “todas las medidas que resulten conducentes a fin de lograr la recuperación de los restos de Mario Roberto Santucho y Benito Jorge Urteaga”, los líderes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Luego de sucesivas negativas de los militares a informar la ubicación de los cadáveres, el Poder Ejecutivo les reclamó de manera “urgente” que se brinde colaboración y, de ser necesario, procederá la Secretaría de Inteligencia (SIDE) a autorizar el acceso a la información.
La ministra de Defensa mantendrá en los próximos días una reunión con familiares de Santucho, el abogado paranaense Manuel Gaggero y Facundo Urteaga, hermano de Benito, para ultimar detalles sobre los pasos a seguir, intercambiar información sobre las investigaciones realizadas y acordar cómo continuar la búsqueda.
Gaggero reconoció tras la decisión del Presidente que “estamos contentos”, y dijo estar “absolutamente convencido” de que las Fuerzas Armadas tienen información sobre los paraderos aunque no pudo poner la misma certeza en la voluntad militar para encontrarlos. En julio de este año, Gaggero envió una carta documento al Kirchner con el pedido para localizar los restos de los líderes del ERP. Por esos días, el Presidente se encontró en Tucumán con Blanca Santucho y le “prometió profundizar la investigación para encontrar los restos” de su hermano.
El 19 de julio de 1976, Santucho y Urteaga fueron asesinados por un grupo comando integrado por hombres del Batallón 601 del Ejército y de la Policía Federal, al mando del capitán Juan Carlos Leonetti. Estaban en un departamento de Villa Martelli junto a Liliana Delfino, Domingo Mena y Ana Lanzillotto -embarazada de seis meses-, todos ellos desaparecidos.
Según la versión que quiso instalar la dictadura, los líderes guerrilleros murieron en un “enfrentamiento” y sus acompañantes fueron “trasladados” a Campo de Mayo. Una semana después de presentarse en la prensa como “una victoria en la lucha contra la guerrilla subversiva”, el tema desapareció de los medios de comunicación. Al cumplirse 20 años de esos hechos, se inició la primera causa para averiguar el destino de los cuerpos. El juez federal de San Martín, Alfredo Bustos, intentó sin éxito establecer los paraderos.
La declaración del suboficial “arrepentido” Víctor Ibáñez había aportado información sobre el lugar donde se encontrarían los restos cuando admitió que fueron enterrados en Campo de Mayo, cerca de donde funcionó el Museo contra la Subversión. Se buscó en el predio que señaló el represor pero no se halló nada. Durante la investigación fue encontrada una foto de Santucho aparentemente muerto (foto) y se pudo recuperar su diploma de contador: ambos documentos eran exhibidos como “trofeos de guerra” por Antonio Domingo Bussi, oriundo de Victoria que en ese momento era subjefe del Comando de Institutos Militares que funcionaba en ese predio del Ejército.
Además, Gaggero contó que está en condiciones de ser elevada a juicio la causa penal que lleva entre los acusados a Santiago Omar Riveros, jefe del Comando de Institutos Militares que funcionaba en Campo de Mayo; Bussi y José Eduardo Valladares, secretario administrativo de Riveros. Los militares están imputados por homicidio, tormentos y, posteriormente, fue incorporada la figura de genocidio, reconocida por el tribunal que condenó a Miguel Etchecolatz.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Se lanzó la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas

El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) firmó un convenio con Ministerio de Salud y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación para lanzar la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas, una campaña masiva de extracción voluntaria de sangre en hospitales públicos, y que también permitirá establecer contacto con un número importante de familiares de desaparecidos que puedan aportar información esencial para reconstruir la historia personal, que constituye un factor fundamental en el proceso de identificación. El programa es gratuito y se pueden realizar consultas telefónicas sin cargo al 0800-333-2334.
En enero, el EAAF empezará a enviar 3.600 muestras de sangre de familiares de personas detenidas-desaparecidas junto con 600 muestras óseas de esqueletos recuperados a un laboratorio de los Estados Unidos, con el objetivo de hacer cruces en estos dos universos para lograr identificaciones de una gran cantidad de restos de personas asesinadas entre 1974 y 1983 que permanecen bajo custodia de los antropólogos.
El acuerdo denominado “Iniciativa Latinoamericana para Identificación de Personas Desaparecidas” se realizará en conjunto con instituciones de Guatemala y Perú. En el caso argentino constará de tres etapas: el envío de muestras y restos a los Estados Unidos, la intensificación de exhumaciones de cuerpos enterrados en cementerios y otros lugares donde existen denuncias fundadas de enterramientos ilegales y la creación del Banco de Sangre de Familiares Laboratorio de Genética Forense del EAAF, junto con el laboratorio Lidmo de Córdoba. “De esa forma habrá un área específica que se dedique a restos óseos para analizar casos argentinos y después del exterior. El único Banco Genético que existe hoy es el de las Abuelas de Plaza de Mayo, que funciona en el Hospital Durand, y es para identificar a niños desaparecidos. Hay muchos menos niños que personas desaparecidas. Es importante que el Banco estará en manos del Estado, porque a pesar del paso del tiempo los familiares podrán llegar a una identificación”, dijo el presidente del EAAF, Luis Fondebrider.
La Secretaría de Derechos Humanos se va a encargar de establecer el contacto con los familiares y darles un turno para que se presenten en los bancos de sangre que funcionan en los hospitales -bajo la coordinación del Ministerio de Salud-. Las muestras de sangre van a ser remitidas a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, una va a quedar en custodia y otra será enviada a los Estados Unidos para realizar los análisis masivos bajo estrictos acuerdos de confidencialidad. La identificación dependerá de cuánto material genético se pueda recuperar de los restos óseos y de la cantidad y utilidad de las muestras de sangre. Cuanto más cercano es el parentesco existen más probabilidades de establecer en forma fehaciente la identidad, pero a la vez se recomienda que tres familiares de cada persona desaparecida se acerquen a donar su muestra para hacer más fácil es la comparación con el perfil genético de los restos óseos.
Fondebrider explicó que “en los casos en los que tenemos hipótesis de identidad vamos a seguir trabajando con el laboratorio Lidmo. Las muestras óseas que se enviarán a los Estados Unidos son aquellas que por los métodos tradicionales de antropología y medicina no pudimos identificar”. En algunos casos se trata de restos óseos exhumados hace diez años. Hace 23 años que el Equipo de Antropología empezó a trabajar con la información ante mortem, qué enfermedades tuvo la persona, las características odontológicas, a reconstruir la historia de vida. “En muchos casos, los familiares no se acuerdan o no hay registros hospitalarios porque eran gente joven sin patologías específicas. A veces llegamos a muy buenas hipótesis pero no suficientes, por eso recurrimos a la genética, que es una de las tantas formas pero no la única para identificar un cadáver”, explicó Fondebrider.
El equipo de antropólogos logró en la Argentina devolverles el nombre y apellido borrado por la represión ilegal a alrededor de 300 cuerpos, apeló a análisis genéticos en unos 120 casos. “Lamentablemente la enorme ignorancia de jueces, abogados, fiscales sobre lo que significa identificar un cuerpo lleva a recurrir a los exámenes genéticos cuando se pueden resolver con otras técnicas más sencillas, menos caras y tan certeras como la genética”, explicó Fondebrider y ejemplificó: “El cuerpo del Che Guevara se identificó por las piezas odontológicas, las víctimas del tsunami también, además de las huellas dactilares”.
El trabajo se financiará con una partida especial del Congreso de los Estados Unidos. El Estado argentino pondrá la red de hospitales y el personal de Derechos Humanos para identificar a los donantes. El programa comenzó a implementarse a partir del 1° de noviembre y la toma de muestras de sangre se realiza en forma gratuita en todo el país. Para ello, se ha coordinado una red de oficinas de derechos humanos y de centros de toma dependientes del Ministerio de Salud y también se pueden realizar consultas telefónicas sin cargo al 0800-333-2334.
A mediados del año próximo se tendrán los primeros resultados de los análisis, los antropólogos -que actúan como peritos judiciales- los completarán con las hipótesis que reconstruyen la historia de cada cuerpo y en función de esa reconstrucción informarán a los familiares.
Cuidadoso en extremo de la intimidad de cada historia, Fondebrider destacó que “queremos bajar el nivel de expectativa, es un intento de aumentar el número de identificaciones, no una garantía de identificación en seis meses”.
En el mundo hubo otras tareas de identificación de restos de víctimas de guerras, pero ninguna con las características de este convenio que supone establecer un andamiaje legal e instrumental para continuar el trabajo de recuperación de identidad en forma permanente.
Fuente: Página/12.