viernes, 28 de septiembre de 2007

Piden que se eleve a juicio oral la causa contra ocho represores de El Vesubio

El fiscal federal Federico Delgado solicitó elevar a juicio oral la causa contra ocho represores que actuaron en el centro clandestino de detención conocido como El Vesubio, durante la última dictadura militar. Están imputados por alrededor de 160 privaciones ilegales de la libertad, torturas y más de una docena de homicidios agravados por alevosía. Por ese lugar pasó la entrerriana Blanca Angerosa (foto), desaparecida desde marzo de 1978, cuando tenía 20 años y estaba embarazada de cuatro meses.
En un dictamen de 52 carillas presentado al juez Daniel Rafecas, el fiscal expresó que quiere sentar en el banquillo de los acusados al ex mayor del Ejército Pedro Durán Sáenz, jefe del centro clandestino de detención El Vesubio; al ex general Héctor Gamen; el ex coronel Hugo Pascarelli y los ex penitenciarios Ramón Erlan, José Paraguayo Maidana; Roberto Sapo Zeolitti; Diego Palacio Chemes y Ricardo Pájaro Martínez.
Los ocho represores se encuentran procesados por violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura militar. Se les imputan alrededor de 160 privaciones ilegales de la libertad, torturas y más de una docena de homicidios agravados por alevosía.
Los hechos por los cuales Delgado efectuó su pedido se ventilan en la megacausa en la que se investigan los delitos de lesa humanidad cometidos en la órbita del Primer Cuerpo de Ejército, y fue reabierta tras la derogación y posterior declaración de nulidad de las leyes de obediencia debida y punto final.
En su escrito, el fiscal explicó “la gravedad de los hechos, la carga de violencia que entrañan y la particularidad de que la actividad delictiva se llevó a cabo desde las estructuras de las instituciones a través de las que se expresa el Estado Nacional”, al tiempo que recordó que el centro clandestino “donde reinaba el terror” estaba emplazado “irónicamente en un lindo terreno, con grandes eucaliptos” y la finca agrupaba tres viviendas “todas en una sola planta y con aspecto colonial derivado de las rejas, el color blanco de las paredes y las arcadas de la fachada”.
El centro clandestino de detención conocido como El Vesubio funcionaba en el camino de cintura y cruce de la Autopista Ricchieri (Puente 12). Por ese lugar pasó la entrerriana Blanca Estela Angerosa. Oriunda de Gualeguaychú, la militante montonera fue secuestrada el 3 de marzo de 1978 en La Tablada. Entonces tenía 20 años y estaba embarazada de cuatro meses. Fue vista en el Regimiento de Infantería Mecanizado 3 y en El Vesubio hasta agosto de 1978. Ella y su hijo permanecen desaparecidos.

Fuente: Télam.

jueves, 27 de septiembre de 2007

Este viernes se presenta en Paraná el libro “Nosotras, presas políticas”

“…Tendría que ser insoportable
no abrir la puerta para desperezar
en la vereda.
Comprobar inconscientemente
que hasta la esquina hay
treinta metros, cuatro casas, cinco árboles
…Amanece
saboreo el regusto por la calle
que me espera…”.


Este viernes se presenta en Paraná el libro Nosotras, presas políticas, una obra colectiva de 112 prisioneras políticas que cumplieron su detención en el penal de Devoto entre 1974 y 1983. Algunas de ellas estarán este viernes a las 21 en el Centro Cultural La Hendija (Gualeguaychú 171).
Más de 100 ex presas políticas aportaron sus testimonios para dejar plasmado en esta obra uno de los aspectos de la historia reciente de la Argentina, que junto al recuerdo de los que desaparecieron y no lograron sobrevivir al genocidio, constituyen una de las herramientas necesarias para sostener la lucha de los organismos defensores de Derechos Humanos bajo la consigna de memoria, verdad y justicia.
La obra contiene cartas, dibujos, reflexiones y anécdotas de la vida en cautiverio de las militantes políticas desde antes y durante la dictadura cívico-militar.
La Asociación de Familiares y Amigos de Desaparecidos Entrerrianos y en Entre Ríos (AFADER), convocan a toda la comunidad a acompañar este verdadero testimonio de lo que significó la represión en el marco de un gobierno autoritario que castigó el disenso con el encierro, la tortura y el desprecio por el más elemental de los derechos humanos, “el derecho a pensar”.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Detuvieron a nueve policías chaqueños por secuestros y torturas durante la dictadura

La Justicia chaqueña ordenó la detención de nueve policías imputados por violaciones a los derechos humanos, entre ellos Horacio Alberto Valussi, acusado del secuestro y torturas de los entrerrianos María Julia Morresi y Fernando Gabriel Piérola (foto) -luego fusilado en la Masacre de Margarita Belén-. Los arrestos fueron dispuestos en el marco de una causa reabierta en 2002 en la que también existen acusaciones contra los fiscales federales Carlos Flores Leyes y Roberto Domingo Mazzoni, denunciados como cómplices de la dictadura.
La medida fue dispuesta por el conjuez federal Juan Antonio Piñero en el marco de la denominada “Causa Caballero”, en la que se investigan torturas y desapariciones de personas cometidas por la patota de la Brigada de Investigaciones entre 1974 y 1979. Los arrestados son los policías chaqueños Ramón Esteban Meza, Héctor Osmar Ramón Escobar, Enzo Breard, José Marcos Marín alias Cabo Sotelo, Evangelino Baltazar García, Alfredo Abate y Alfredo Julio Manetti.
También se ordenó la detención del suboficial retirado de la Policía Federal, Horacio Alberto Valussi y del agente del Servicio de Inteligencia del Ejército y Luís Alberto Patetta, aunque ambos ya estaban presos. En el caso de Valussi, se encuentra con prisión domiciliaria imputado por el secuestro en Misiones y las torturas a que fueron sometidos los paranaenses María Julia Morresi y Fernando Gabriel Piérola; mientras que Patetta se encuentra en la Base de Apoyo Logístico del regimiento de Resistencia, procesado como autor de la Masacre de Margarita Belén en la que fueron asesinados una veintena de presos políticos, entre ellos Piérola y los también entrerrianos Raúl Caire y Reinaldo Zapata Soñez.
Según testimonios de sobrevivientes de la Brigada de Investigaciones, el Cabo Sotelo, como se hacía llamar Marín, era quién tocaba el bandoneón durante las sesiones de torturas y hacía que los detenidos bailaran con su música mientras eran torturados otros presos y antes de ser sometidos ellos mismos a tormentos.
La “Causa Caballero” fue reabierta en 2002 y ya estaban detenidos Lucio Caballero, Gabino Manager, Ramón Gandola, José Francisco Rodríguez Valiente y José María Cardozo, que podrían ser sometidos a juicio oral y público en los próximos meses. Además, en esa causa hay planteos para que se cite a prestar declaración indagatoria a los fiscales federales Carlos Flores Leyes y Roberto Domingo Mazzoni, denunciados por ex detenidos y organismos de derechos humanos como partícipes de los crímenes de lesa humanidad.

martes, 18 de septiembre de 2007

Falleció María Antonia Lobariñas

Un hondo pesar generó el fallecimiento de la incansable luchadora María Antonia Goñi de Lobariñas (foto). Aunque oriunda de la provincia de Buenos Aires, vivió gran parte de su vida en Paraná, donde integró el primer grupo de madres que comenzó a reunirse en la Iglesia del Carmen, integró también la Liga Argentina por los Derechos del Hombre y hace unos días su nombre apareció entre los candidatos a convencionales constituyentes del Frente Amplio para la unidad Latinoamericana (FRAL), con el menor de sus hijos, Guillermo.
El fallecimiento de María Antonia se produjo el sábado 15 de septiembre en Paraná. Tenía 88 años y aunque había nacido en Mercedes -donde cursó sus estudios primarios y secundarios, en el seno de una familia de raigambre vasca-, desde 1947 vivía en la capital entrerriana.
“Cuando empezó la dictadura sentí la necesidad de hacer algo. Antes no tenía militancia, pero ya mis ideas eran socialistas, estaba concientizada e informada. Yo era muy creyente me habían educado en un colegio de monjas, pero tenía un primo abogado y socialista, que empezó a pasarme literatura y me convenció. Realmente, asumí el socialismo como parte de mi creencia cristiana. Yo veía que el cristianismo tenía mucho de socialismo. Manolo (su esposo Manuel Luis Lobariñas, oriundo de Galicia y llegado al país con 16 años en 1935), que era republicano, hizo su aporte con material sobre la guerra civil española. Más me convencí. Las ideas políticas fueron las primeras que nos unieron, nos entendimos muy bien”, contó Lobariñas hace unos años.
Tal vez eso la acercó a militar por los derechos humanos durante la dictadura. Fue una de las primeras en acercarse a la Iglesia del Carmen. Cuando era capellán militar, el cura Julio Metz otorgó permiso a las primeras madres que buscaban a sus hijos, que habían sido secuestrados por los grupos de tareas. En 1977, Elba Benítez de Goiburú fue hasta la casa de Amanda Mayor y la invitó a reunirse en esa parroquia. Lo mismo hizo con Clara Fink. A ellas, se sumó María Antonia.
Y recordaba: “Fui a visitar a Elba Goiburú, cuyo marido estaba desaparecido, para ofrecerle solidaridad. Allí, en su casa de calle Colón casi esquina Corrientes, se formó la comisión. Nos reuníamos una vez por semana. Durante la primera época de la dictadura nos encontrábamos en la Iglesia del Carmen con el permiso del padre Metz. El grupo era reducido, había temor, pero no obstante se fueron sumando. También teníamos socios adherentes, que colaboraban con una cuota mensual y ese ingreso nos permitía ayudar con los pasajes a los familiares de presos recluidos en el sur. Los visitábamos llevando material de lectura, alimentos, artículos de higiene personal”.
La mujer reconocía que “fueron épocas bravas pero tengo lindos recuerdos, por la solidaridad de la gente, que nunca nos rechazó. La Liga estuvo más activa durante la dictadura. Después, muchos de sus militantes, por cuestiones familiares, desistieron de las reuniones. Continuamos con la democracia pero parecía que habíamos bajado los brazos, se podía respirar”, aunque también admitía que “aprecié más la democracia cuando la perdimos”.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Ocho represores fueron detenidos en Goya por crímenes cometidos durante la dictadura

Ocho represores fueron detenidos la última semana acusados por privaciones ilegitimas de la libertad, torturas y desapariciones forzadas de personas durante la última dictadura militar en la localidad correntina de Goya. Allí fue secuestrada la docente entrerriana Elida Goyeneche (foto), el 12 de enero de 1978.
El jueves 14 de septiembre fueron detenidos el agente de la Policía Federal Francisco José Molinari, en Resistencia; y el oficial del Ejército Alberto Tadeo Silveira Ezcamendi, en Goya. Las detenciones habían sido ordenadas por el juez federal de Corrientes, Carlos Vicente Soto Dávila, en el marco de las investigaciones por crímenes de la dictadura que se cometieron en Goya. En la causa ya estaban presos los policías retirados Dermidio Ramón Romero, Juan Antonio Obregón y Romualdo del Rosario Baigorria, de Goya; el oficial retirado de la Prefectura Naval Luis Leónidas Lemos, de Goya; Juan Ramón Alcoverro, del Ejército y el médico goyano Roberto D’Amico, quien cumple con arresto domiciliario por un cuadro médico.
La investigación se iniciada en 2005 a partir de las declaraciones testimoniales de un suboficial del Ejército que presenció torturas contra el maestro Horacio Pezzelato. Inmediatamente se realizó una inspección ocular en los predios utilizados por la dictadura en Goya, ubicados en el Campo Hípico del Ejército; la denominada Casa de los murciélagos, que era un antiguo puesto policial de control caminero en dirección al Puerto de Goya; la Compañía de Telecomunicaciones 121 y la Compañía de Ingenieros 7.
Las detenciones en Goya, Resistencia y la capital correntina resultan un importante avance en la causa que tiene como querellantes a los abogados Ramón Leguizamón y Juan Felipe Rajoy, así como el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luís Duhalde. Además, el subsecretario de Derechos Humanos de la provincia, Pablo Vassel, está colaborando con la búsqueda e identificación de desaparecidos que realiza el Equipo Argentino de Antropología Forense.
En la misma causa se investiga también la desaparición de Elida Olga Goyeneche. La docente y estudiante de medicina entrerriana fue secuestrada el 12 de enero de 1978, delante de sus hijos y de su madre, a las cinco de una tarde calurosa de verano en el Club Doña Goya, un balneario ubicado sobre el río Paraná, en la ciudad correntina. Desde ese día, nadie volvió a verla, aunque se sospecha de su paso por el Club Hípico. Un año antes, había recibido un duro golpe cuando fuerzas policiales se llevaron a su esposo Pedro Sobko, en Paraná, adonde ambos habían sido enviados por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).

domingo, 16 de septiembre de 2007

Editorial

“(…) No tuvimos sus cuerpos, no pudimos tocarlos,
no nos dieron siquiera el derecho a enterrarlos.
Nadie escribió sus nombres, nadie quería nombrarlos.
Fueron parte del viento, de la lluvia, del aire
y pasaron los años. Recién hoy aceptaron
que mostremos sus nombres, que podamos tocarlos (…)
(…) Pero ahora tenemos un lugar en la plaza,
un rincón para el sueño,
un pedazo de tierra que acunaron los brazos.
Es altar redivido, no es la tumba de un muerto,
ya podemos decirles que después del silencio,
florecieron sus nombres con mil cantos de pájaros”.

Amanda Mayor


16 de septiembre. Por medio de este Boletín, nos presentamos, o mejor, nos re-presentamos, porque hoy hace ya doce años que existimos, doce años desde aquella inauguración del tan esperado y emblemático Monumento a la Memoria, con el que Amanda Mayor honró la lucha de nuestros desaparecidos.
Luego de un parto con complicaciones, nacimos el 16 de septiembre de 1995. Y no por casualidad. La fecha, esa fecha, fue escogida para recordar la Noche de los Lápices, porque muchos de nuestros desaparecidos eran estudiantes secundarios. Eran chicos que recién habían dejado sus delantales, con la ternura de la infancia en el rostro y la utopía de la adolescencia en el alma.
Y entonces comenzamos a ver, como en ese monumento, que nació 29 años después, la silueta de un muchacho (que ya no estaba) y que se transformó en 30.000, detrás de una reja; seguido por la silueta convertida en fantasma, con las rejas rotas; y la madre dolorosa a sus pies, que se transformó en padres, hermanos, amigos, compañeros.
Muchas cosas vivimos desde aquel 24 de marzo de 1976, o desde aquel 20 de marzo de 1975 en que fue secuestrado Pichón Sánchez, primer desaparecido entrerriano, o desde la Masacre de Trelew, en 1972: secuestros, torturas, desapariciones forzadas, asesinatos; hasta que la llegada de la democracia nos fue devolviendo a quienes estaban “legales” en las cárceles y comenzamos a saber cada vez más de los desaparecidos, de los centros clandestinos de detención y de las mujeres embarazadas que dieron a luz en cautiverio a bebés que hoy son los desaparecidos vivos en manos de genocidas.
Y allí comenzó a asomar esa Argentina que llevaba sobre los hombros la leyenda Nunca Más; y la justicia con la mano levantada como única esperanza, esa que inició el juicio a los genocidas. Y allí estaba también la madre bandera, representando a esas madres que nacieron del dolor para crecer en lucha, tomando las banderas de nuestros muertos y creando sus propias banderas para exigir memoria, verdad y justicia. Hasta que esa justicia se tiñó de oscuridad con las leyes de punto final y obediencia debida. Igual no fue suficiente.
Hubo marchas, protestas y reclamos, pero la respuesta fue más impunidad con los indultos. Quedamos entonces desnudos.
Y los genocidas volvieron a la calle, a caminar nuevamente entre nosotros sabiendo donde están los desaparecidos y callando.
Y no fue allí, sino mucho antes que apareció la madre bandera, una escultura fuerte que representa a todos quienes nacieron del dolor para crecer en lucha y miran de frente sobre una verdad que no permiten que se oculte y a quienes no bajaron los brazos, siguieron luchando y se juntaron para decir presente para decir que no era pasado lo que seguía sucediéndonos a todos, tomando las banderas de nuestros muertos y creando sus propias banderas para exigir memoria, verdad y justicia. Porque no saber la verdad, no saber donde están, permite que se continúe con el genocidio cada día.
Y un día, gracias a esa lucha comenzaron a aparecer: Silvia Wollert, Carlos Pargas, Beto Osuna y volvieron a ser quienes eran con cada identificación. Les volvimos a dar nombre y apellido a esos cuerpos, que es también en algún sentido recuperar su vida, su historia y una oportunidad menos de impunidad. Y en ese aparecer volvieron a la vida en anécdotas y en la posibilidad de un entierro digno, como digna fue su lucha.
Y entonces soplaron otros aires, nuevos y renovados vientos de cambio. Y cayó la impunidad. Y algunos genocidas volvieron a estar entre rejas.
Se reabrieron causas, se iniciaron juicios. Pero entonces desapareció Jorge Julio López. Pudimos hacer carne eso que sabíamos que sucedía. Que el aparato represivo de la dictadura sigue funcionando, que aún muchos asesinos siguen impunes, caminando por las calles y muchos se mueren sin tener un juicio justo, esa oportunidad que hoy tienen y que nuestros muertos y desaparecidos no tuvieron. Julio López nos devolvió a la calle con consignas que pensábamos caducas, pero que hoy resuenan con la misma vigencia de antes. ¡Aparición con vida ya!

Paloma y Laurel

Por Luis Pirro (*)

Nos conocimos a los 15 años. Seguramente la persona más carismática que había conocido hasta ese entonces en mi corta edad. Luego la vida me haría saber que Luis Alberto Bicho Fadil formaba parte de un grupo de adolescentes particularmente inteligentes y con capacidades de liderar transformaciones sociales. Nada más y nada menos. Era evidente la emergencia y la necesidad política de tomar posiciones y protagonismo en el contexto de un país desquiciado por dictaduras, traiciones oligárquicas y manipulaciones imperialistas y de una democracia naciente en 1973, marcada histórica y tristemente por la masacre de Ezeiza.
De una mente brillante, gran lector, humanamente sensible y extraordinario compañero.
Carismático, decía, por la forma de acercarse a los demás, por el atractivo que generaba su personalidad multifacética y por una capacidad discursiva que incluía la sencillez, la simpleza, el ingenio y la agudeza, poniendo a prueba constantemente y sin proponérselo la altura de su interlocutor.
Me pregunto cómo escribir una pequeña semblanza donde quede registrado lo verdadero, sin caer en lugares comunes, con el riesgo que no se perciba la intención del escrito.
Me pregunto cómo escribir sin que los recuerdos rocen la melancolía. Y no es lo que quiero en este momento. Quiero decir que el Bicho Fadil no debe quedar sólo como un recuerdo. Debe volver.
Debes volar, debes volver, al nido tibio del atardecer…
Paloma y Laurel. Una canción de nuestra época, más precisamente un retumbo con letra de Armando Tejada Gómez y música de César Isella. Una canción pegadiza para él y que canturreaba permanentemente mientras caminaba, en los campamentos, en las reuniones.
Su paso largo y seguro, sus brazos largos y abiertos, su abrazo fraterno y su gran amabilidad y don de gente y su compromiso revolucionario y transformador hacían imposible no querer seguir su destino.
Cuando decidimos ampliar los horizontes de nuestra incipiente organización política en la escuela secundaria, fuimos a una reunión donde conocí a Eduardo Mencho Germano.
Un mechón de pelo rubio tipo bucle sobre la frente y una esencia de trasgresor innato que le salía por los poros de la piel. Incontenible. Fundamentalmente político. Otra cabeza brillante, increíble. Una persona excelente desde lo humano, solidario, contenedor. Con una capacidad política también innata en su manera de escuchar y de intervenir en las necesidades grupales.
Ameno, agradable, entrador y permanentemente desafiando los límites de cualquier situación. Había que tener con qué, por supuesto. Y él lo tenía.
Cómo se conjugaron esas personalidades, más la de los otros compañeros militantes. Cuántos chicos brillantes. Mario Menéndez. Otro grande.
Con Mario compartimos muchas cosas: escuela, estudio, militancia.
Mario era gigante. Sus concepciones y su manera de analizar la realidad y su capacidad intelectual y humana, sumado a su convicción inquebrantable, lo hacían una persona sólida en todo sentido. Otro líder por naturaleza.
Con el tiempo me di cuenta lo que fue esa yunta.
El trío Bicho-Mencho-Mario era tan contundente como la realidad. Era un trío fundante.
Fundaron no sólo la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y la conciencia colectiva en el estudiantado. Fundaron una manera de entender e intervenir en la realidad política argentina para todos los adolescentes secundarios de esa época en Paraná. Eran líderes naturales, necesarios.
Fundaron en los otros la alegría que se desprende de la identidad.
Me pregunto cómo escribir una semblanza sin caer en lugares comunes, con el riesgo que no se perciba la intención del escrito.
Me pregunto cómo escribir sin que los recuerdos hagan estragos en la melancolía. Y no es lo que quiero en este momento. Quiero decir que el Mencho Germano debe volver. Quiero decir que Mario Menéndez debe volver.
Debes volar, debes volver, al nido tibio del atardecer… Una canción pegadiza para todos, una necesidad de cantarla una y otra vez, una necesidad de que vuelvan una y otra vez a decirnos quiénes somos estos tres pibes de oro.
Porque parece que no lo sabemos todavía y esta sociedad quebrada en su identidad y en su convicción, está a punto de querer olvidar todo el tiempo.
Me pregunto cómo escribir una pequeña semblanza que deje registrada una parte de la verdad. La verdad que tres grandes compañeros revolucionarios y transformadores nos enseñaron. La verdad de quiénes eran ellos. Una pequeña semblanza, un trazo, un borde, una figura, una impronta, un rasgo de sus personalidades, una anécdota. Un segundo de sus vidas que quede grabado en el papel.
Recuerdo una reunión en un aula o salón en la Iglesia San Antonio. Bicho pedía el lugar para supuestas reuniones de grupos religiosos. Por supuesto que eran reuniones políticas. En una oportunidad, en medio de la reunión, se siente ruido y era uno de los sacerdotes o encargados del lugar, entonces el Bicho, para disimular, nos pide que cantemos una canción religiosa. Nadie se acordaba de ninguna. De pronto, me acuerdo de una y empiezo a cantar. La letra decía: “Venid y vamos todos con flores a María, con flores a María que madre nuestra es”. Los compañeros se doblaban en dos para disimular la risa. Mario no podía disimular, pero el Bicho, mientras cantaba aprendiendo la letra que yo iba largando, los miraba a todos como diciendo: “No sean boludos“. El Mencho, preocupado por esconder el material bibliográfico con leyendas de Montoneros y JP, y con cara de circunstancia y sin poder seguir la letra, comenzó a hacer palmas. El cuadro era patético. Nos divertimos mucho después de eso y quedó como una anécdota tonta, pero definitivamente grabada en nosotros. Por ese hecho, y por la forma en que cantaba ya que era el único que lo hacía claramente y en voz alta, el Bicho me bautizó como El Monaguillo, un apodo que duró un par de meses.
Recuerdo haber caminado con ellos por la calle en momentos difíciles.
Con Bicho, un año antes que lo mataran, cuando nos despedíamos antes que se fuera a Santa Fe. Eso fue en septiembre de 1975. Con Mencho caminamos en Rosario poco antes de su desaparición en noviembre de 1976. Hacía un mes que lo habían matado a Bicho y hablamos mucho de eso con Eduardo. Lo mismo pasó después con Mario, en junio de 1977, antes de su desaparición.
Quiero decir que nos encontramos en Rosario y hablamos de todo, y de los compañeros que ya no estaban, y los presos, y el futuro.
Ahora me doy cuenta que después de Mario ya no pude hablar más con nadie. Fue mi último interlocutor.
Ahora me doy cuenta de la primera frase del párrafo anterior, que tendría que haber terminado con un punto.
“Recuerdo haber caminado con ellos”.
Me pregunto cómo escribir con la necesidad de la memoria pero sin quedarme sólo en el recuerdo. Sin quedar pegado a la melancolía. Y no es lo que quiero en este momento. Ellos abrieron los sueños. Ellos fundaron la esperanza en nosotros de un mundo mejor.
Quiero decir Bicho, quiero decir Mencho, quiero decir Mario.
Deben volver.
Quiero seguir caminando.
Quiero seguir siendo quien soy.
Quiero seguir cantando Paloma y Laurel.

(*) Escrito el 24 de diciembre de 2006.
Compañero Beto Osuna, presente

Por Eduardo Ayala

El 7 de agosto pasado, después de más de 30 años, fueron formalmente sepultados los restos de Juan Alberto Osuna, de nuestro querido Beto o Nolo como solíamos llamarlo algunos que tuvimos y tenemos el orgullo de compartir con él militancia y sueños. Después de 30 años, familiares, amigos, compañeros, militantes políticos y sociales, organizaciones de derechos humanos y ex detenidos estuvimos para reafirmar que seguiremos tozudamente en la búsqueda de la verdad y la justicia.
Por eso, por militancia y orgullo, te fuimos a buscar a la morgue de Oro Verde.
Ansiosos esperamos que vinieras como siempre a la cita. Y apareciste y nos emocionaste, con lágrimas que también son tuyas. Venías dentro de una caja chiquita como hecha a propósito para recordar tu estatura; la bandera de la Patria con la estrella federal te envuelve y te hace gigante por merecimiento; y te saludamos como siempre con la tranquilidad y el afecto que se siente estando entre compañeros. Cuando te vimos venir en brazos de tu mamá y de tus hermanos nos empezaste a aliviar la herida. Nolo, no perdés la costumbre de alegrarnos el alma. Así te escoltamos en este viaje, con la alegría de recibir al amigo que viene de lejos y que nunca se ha ido.
Cuando llegamos a tu nueva casa nos sorprendió la cantidad que éramos. Muchos esperaban en un silencio notable, un silencio que no se puede simular. Todo era emoción y respeto. Y ahí estábamos, casi todos. No fue necesario presentarte a los nuevos, vos los reconoces; ellos empiezan a quererte.
Recordamos las palabras de tus hermanos: “Este reconocimiento nos alivia mucho, no estamos contentos pero al menos pudimos recuperarlo y podremos tenerlo en un lugar con su nombre y apellido verdaderos. Ahora es un aparecido. Esto nos da fuerzas para seguir luchando, para que aparezcan los restos del compañero Fernández y de tantos otros, esto nos sirve, sepultarlo con los honores que se merece, porque durante años lo tuvimos escondido”.
Es un soplo renovado el testimonio de Clarisa; militante de H.I.J.O.S., que no ceja en la búsqueda de sus padres desaparecidos, y es la confirmación que con los hijos y nietos la lucha sigue y seguirá hasta encontrar justicia. “Ya te recuperamos Beto, ya estás con nosotros y vos sos la semilla desde donde germinarán semillas nuevas, para continuar peleando por el sueño de ustedes. Desde aquí nos das fuerzas para encontrar a todos los compañeros y para seguir la lucha que llevará a la cárcel a tus asesinos”.
Después del compromiso a coro con los “presentes”, muchos fuimos a abrazar a tu mamá Sara admirando su lucha y sufrimiento tan dignos. Al verla te recordamos. Pequeñita, la cabeza erguida sin soberbia, de apariencia débil, sólo de apariencia, porque es fuerte. Aún tiene resto para consolar a los que siguen sin respuestas. Ahí estaban la esposa y las hijas del compañero Fernández con las fotos que nos recuerdan, “no aflojemos”, y ella las abrazó y les transmitió su fuerza.
Juan Alberto Osuna, Beto, Nolo, nació en 1948. Cursó sus estudios primarios en la escuela de su barrio Magnasco de Paraná. Su carácter tranquilo y su buen humor le granjeó el respeto y cariño de sus compañeros y maestras, cariño que nunca defraudó ya que muchos años después colaboró e impulsó acciones para beneficio de su escuela siendo presidente de la asociación de ex alumnos.
Adicto a la lectura y comprometido con las luchas de la época, desarrolló su militancia peronista y montonera en la Juventud Universitaria Peronista de la UTN Regional Paraná, donde cursaba sus estudios terciarios; y en su barrio con las reivindicaciones de sus vecinos. Trabajaba además en la Dirección de Catastro provincial.
Fue secuestrado el 8 de septiembre de 1976 del Hospital Iturraspe de Santa Fe, donde participaba de una reunión con compañeros del lugar. En condición de desaparecido fue trasladado a Paraná.
Pasada la medianoche del 24 de septiembre de ese año se escucharon cientos de detonaciones en Paraná. En esa época y a esa hora el silencio era casi total. En plena dictadura no andaba nadie en la calle y el tránsito era casi nulo.
Los vecinos de calle Rondeau entre Almirante Brown y Don Bosco fueron obligados horas antes a encerrarse en sus casas y no salir bajo ningún concepto porque habría un operativo militar importante. La zona fue virtualmente ocupada por móviles y efectivos policiales y militares. A la casa ubicada sobre Rondeau 1.396 fueron llevados Beto Osuna y Carlos Fernández. Ambos estaban maniatados y salvajemente torturados. Los colocaron en ese lugar conocido como La Tapera y los masacraron con disparos de todo calibre. Más de 300 impactos se corroboraron en el lugar.
Carlos María José Fernández; militante montonero había sido secuestrado el 4 de septiembre en la fábrica Coego de la localidad de Teodolina, provincia de Santa Fe, por cuatro individuos que se identificaron como pertenecientes a la Policía Federal y en presencia de sus compañeros de trabajo.
Se trató de un simulacro de enfrentamiento. La verdad es que fueron masacrados de acuerdo a los valores que tenían los animales de la época. Hubo también un comunicado oficial publicado por la prensa que por supuesto mentía y hablaba de un allanamiento con enfrentamiento armado.
Ante lo publicado, la esposa de Fernández, Rosario Dora Taganone, con quien Carlos ya tenía dos hijas, se presentó en el Comando de Ejército de Paraná, sito en calle 25 de mayo 233. Allí le comunicaron que los subversivos habían sido enterrados en el Cementerio Municipal, en la fosa 71. No podían darle más datos porque los cuerpos no estaban identificados.
Rubén Osuna se entrevistó con el interventor militar de la provincia, general Juan Carlos Trimarco, para preguntarle por el paradero de su hermano. El represor sacó un mazo de fotos, seleccionó una y le dijo: “Este es tu hermano”. Al recibir la confirmación amenazó: “Dejate de hinchar las pelotas porque te vamos a hacer boleta a vos también; está muerto, dejate de joder”, ratificando que había sido enterrado en el Cementerio de Paraná, pero sin precisarle el lugar.
Tiempo después, en búsqueda de respuestas, dieron con el testimonio de un sepulturero que les señaló un lugar donde habían sido tirados desde arriba -para no bajar-, mediante un improvisado tobogán de madera, dos cuerpos, uno grande y uno chiquito; Fernández medía más de 1,85 metros. Beto era petiso. Los enterraron en fosas casi contiguas, que podían ser la 71 y 74.
Por pedido y temor compartido con el informante mantuvieron el secreto, pero marcaron el lugar con un montoncito de tierra, una cruz y una foto.
En 1981, aún en plena dictadura, en ocasión de trasladar los restos del padre de Beto, se robaron el cadáver de su propio familiar y lo llevaron a otro lugar para esconderlo. Así eran las cosas en el país de los derechos y humanos.
Reconocieron el cadáver por una prótesis dental de platino que el Beto tenía. La mamá mantuvo en su cartera todos estos 25 años la prótesis con mucho sentimiento y sabiendo que sería fundamental cuando volviera el tiempo de tener derechos. Así fue. No hace mucho, el Equipo Argentino de Antropología Forense incorporó esta prueba para reforzar los estudios de ADN que corroboraron la identidad de los restos de Beto Osuna. Ahora, siguen trabajando en la ardua tarea de encontrar e identificar los restos de Carlos Fernández en el Cementerio Municipal de Paraná.
Los ojos de López

Por María Claro

Se cumple un año en que nuevamente sentimos un nudo en la garganta… un estremecimiento en todo el cuerpo y un grito de impotencia… “Jorge Julio López se encuentra con paradero desconocido desde esta mañana…”.
No nos fue fácil ni grato a todos aquellos que quisimos no dejar de ver ni olvidar y reiterar una y otra vez lo que el genocidio significó en nuestro país tampoco nos es grato tener que enumerar una y cien veces lo que sucedió con nuestros 30.000 desaparecidos, con sus hijos apropiados, a los exiliados, a los torturados, a todos los genocidiados.
Se cumple un año desde que Jorge Julio López, de 77 años, 78 ahora, albañil, ex detenido-desaparecido, no está entre nosotros… Fue uno de los tres querellantes en el juicio a su torturador y de tantos, Miguel Osvaldo Etchecolatz, junto con Nilda Eloy y la Asociación de ex Detenidos Desaparecidos.
Como víctima y testigo fue crucial, pero la figura del querellante es indispensable para poder llevar adelante un alegato acusatorio, ya que los abogados en estos casos no actúan por poder, por lo tanto, si alguno de ellos no asiste el alegato se desmorona.
Igualmente Etchecolaz recibió una histórica condena a reclusión perpetua, a cumplir en una cárcel común por "delitos de lesa humanidad cometidos en el marco de un genocidio”.
Hoy se enjuicia al genocida Christian Federico von Wernich, concordiense, ex capellán de la Policía Bonaerense acusado por su participación en siete homicidios, 31 torturas y 42 privaciones ilegítimas de la libertad.
El represor de la ESMA Jorge Tigre Acosta fue procesado hace cuatro años por 70 crímenes pero la Fiscalía ni siquiera tiene la causa para mandarla a juicio oral.
Pero el récord, sin embargo, lo tiene el ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército Luciano Benjamín Menéndez, que fue procesado en Tucumán hace cinco años por una desaparición y en Córdoba, en 2004, por secuestros y homicidios…
También sigue sin ser sometido a juicio en Rosario el ex jefe del Segundo Cuerpo de Ejército, general Ramón Genaro Díaz Bessone, que fue procesado en marzo de 2003 y ahí quedó…
Retrasos, jueces que se excusan, presos VIP. Para mayor precisión: hay 250 imputados por crímenes cometidos durante la dictadura, dicen los fiscales. Pero solo el 17 por ciento -advierten- está en unidades penitenciarias, más del 45 por ciento se encuentra en dependencias de las Fuerzas Armadas y cerca del 32 por ciento tiene arresto domiciliario…
Al reverso, hay miles de testigos que sobrevivieron a los campos de concentración, y que saben lo que es sentarse una y otra vez a relatar nuevamente la experiencia vivida en esos centros de tortura, muerte y desaparición… Fue Julio López quien testimonió “para que todos sepan y haya castigo”.
¿Será que tenemos que recordar una y cien veces más para atestiguar sobre lo evidente? Por ejemplo, que a los desaparecidos los arrojaron al mar porque algunos aparecieron en sus orillas...
Por eso, Julio López es uno más de los 30.000, pero no es un desaparecido más. Porque desaparece en democracia, después de dar un testimonio que no fue sólo personal, sino que reconstruyó las desapariciones que pudo ver con sus propios ojos… y sirvió para condenar al genocida Etchecolatz.Julio López no es un desaparecido más. Queremos que aparezca con vida… queremos que el genocidio que sufrió nuestro pueblo sea castigado…
Humor como resistencia

Uno de los objetivos del golpe de Estado de 1976 fue el desmembramiento minucioso de cualquier espacio colectivo y público de vida común, fijando a cada individuo en un cuerpo aislado, encerrado en sí mismo. A través de políticas de terror y miedo se fue edificando un tipo de sujeto no sólo aislado de todo ámbito de construcción colectiva sino también disociado de sí mismo. La tortura, la incomunicación, el aislamiento que sufrieron miles de militantes a lo largo de todo el país buscaban, además, separar a la persona de sí misma, enajenarla, subdividirla en cientos de partes inconexas.
En esas condiciones, muchos presos y perseguidos políticos encontraron en el humor, en la risa compartida, una forma de resistir, de preservarse cada día ante el terror desatado por los militares. De pocas cosas dispone cualquier persona en todo momento para demostrarse a sí misma y a los demás que está viva, que sigue perteneciendo al género humano. Y tal vez, la principal de ellas sea la risa. El chiste, la risa, la carcajada no sólo confirman la integridad de la persona sino que vuelven a tejer los lazos que la unen a su comunidad a través de los códigos comunes que encierra un determinado humor compartido.
La risa fue una de las principales herramientas de resistencia de miles de presos políticos “legales” y secuestrados; de perseguidos; exiliados y militantes populares durante la última dictadura militar. Estamos tratando de reconstruir la trama de esa resistencia y, junto con ella, parte de la historia de una generación que a pesar de los campos de concentración, la tortura y la desaparición de miles de compañeros sigue hoy convencida de que la risa es un arma fundamental en la lucha por un mundo mejor.

Compañeros/as: La memoria, todos sabemos, es una de las bases de construcción del país que todos pretendemos. No se puede edificar absolutamente nada desde el olvido y la inconsciencia. Esta idea de Humor como resistencia, solamente pretende rescatar modestamente desde la memoria, la calidad y la altura de la militancia en una etapa de nuestra historia. Se luchó y se lucha por un modelo de sociedad diferente, más justo y equilibrado, por un país para todos. Esa militancia que queremos resaltar fue la de la entrega, de amor por su pueblo, con objetivos, con proyectos y especialmente con mucha alegría. Recordar las anécdotas, historias de la militancia, de la resistencia en las calles, en las cárceles, en el exilio, desde la óptica de esa alegría con que se luchaba y se lucha, con bromas, con sensibilidad y con mucho humor, permitirá dejar un mensaje de construcción a las nuevas generaciones. La lucha de esas generaciones continúa, desde cualquier frente. El proyecto de un país diferente sigue siendo la motivación para seguir caminando. Este es un frente más que, aunque modesto, pretende rescatar esa memoria colectiva. Si tenés alguna anécdota para contar, por más sencilla e insignificante que te parezca, no la dejes pasar, escribila con tus palabras, publicala o enviala, que no se pierda en el olvido. Un abrazo.

Correo: mailto:humorcomoresistencia@yahoo.com.ar
Rasputín

Por Miguel Hynes (*)

Rasputín era un pecador empedernido. Sin embargo, cuando se postraba en oración, Dios no dejaba de escuchar su ruego. Así que… por qué razón Dios no oiría los míos. Los creyentes, que eran mis compañeros de celda en la Alcaidía de Resistencia, consideraban un despropósito que un materialista ateo se pusiera a rezar. Yo también me daba cuenta de la contradicción, pero nadie es en realidad completamente ateo. Como tampoco los creyentes tienen una fe como para decir: “¡Qué bruto, qué fe que tienen los creyentes!”.
Jesucristo dice: “Si tuvieras la fe del tamaño de un grano de mostaza, le dirías a ese monte. ‘Muévete hacia allá’, y el monte se movería”.
¿Conocen algún creyente que se pare delante de un monte, y diga algo? Yo tampoco.
Así que, contradictorio o no, todas las tardes, cuando los creyentes se ponían a rezar el Rosario en la Alcaidía de Resistencia, yo también elevaba mi ruego en voz alta.
-Señor. Dame una prueba de tu justicia inconmensurable y haz que caiga en cana el arquitecto que diseñó esta Alcaidía. Amén.
La Alcaidía de Resistencia era un lugar peligroso para los presos. La Policía del Chaco estaba a cargo y tenía cierta autonomía de los militares. Esa autonomía la usaban para hacer mérito ante los verdes, de modo que competían para ver quién era más verdugo. Corría 1976 y como no sabían nada de historia, creían que los verdes gobernarían 20 ó 30 años.
Pero al abyecto comportamiento de la policía chaqueña, se sumaba al propio edificio de la Alcaidía, que en su construcción misma ya era verduga.
Los baños siempre tenían problemas pues se trancaban. Pero lo peor era el olor que entraba en las celdas A y B, cuyas rejas enfrentaban a la que hacía de puerta de baño. Solíamos atar a la reja una frazada para que ataje un poco el olor. Pero lo único que conseguíamos era arruinar una frazada. Porque quedaba trasminada de tal forma que se volvía inutilizable.
Si el arquitecto que diseñó la Alcaidía de Resistencia hubiera hecho la puerta del baño dos metros más allá, buena parte de nuestros padecimientos se hubieran evitado. Por eso, todas las tardes, cuando los creyentes empezaban con el Santo Rosario, yo le rogaba a Dios a viva voz que metieran preso al responsable de ese desatino.
Algunos creyentes creían que mi oración diaria era una agresión a su fe. Otros la consideraban legítima. Otros no me daban pelota.
Pero yo no les hacía caso a ninguno. Sobre todo porque la mayoría de los creyentes, creen que es yeta ser ateo, y las letanías sin sentido del Rosario me sonaban más a fórmulas mágicas que debían conseguir una imposible libertad, que a oración en el sentido de conversación con Dios y con uno mismo.
Mi oración, que algunos tomaban como una provocación, era un deseo sincero de que el irresponsable que había hecho ese diseño, comprendiese en toda su dimensión el daño de su imprevisión; y la única forma de que adquiriera real conciencia era estando preso con nosotros.
Un día trajeron un grupo de peronistas de Resistencia, pertenecientes a la Tendencia Revolucionaria. Entre ellos había tres arquitectos, que fueron a parar a nuestra celda.
Cuando esa tarde yo repetí mi diario pedido a Dios, uno de ellos me dijo: “Yo soy el que hizo el proyecto de la Alcaidía”.
Quedé estupefacto. En ese momento no pensé que en realidad no había en Argentina condiciones para que los militantes se oculten por mucho tiempo. Cuando vi a ese compañero detenido, que venía de pasar por la tortura sólo experimenté un gran sentimiento de culpa y una gran vergüenza.
Atiné a decirle: “Perdóneme compañero”.
Por suerte él se largó a reír.
Desde entonces, los creyentes me miraron de otra manera.
Yo por las dudas, todas las tardes pedí por la libertad del arquitecto, y repetí diariamente mi pedido durante los cinco años que estuvo preso.

(*) Nació en Tucumán el 31 de julio de 1950. Murió en Resistencia el 10 de diciembre de 2003. Sobrevivió a La Escuelita en Famaillá, La Jaula de Villa Urquiza (ambas en Tucumán), la U-7 en Resistencia, la U-9 de la Plata y finalmente Rawson. Después de casi una década de encierro, 1983 lo puso en contacto con un país que en nada se parecía al que había soñado.